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01 Junio 2022

Historia de la Minería en España

Información de Fueyo Editores

Artículo de Salvador Maturana Campos sobre la Historía de la minería en España desde la Prehistoria hasta la actualidad.

LA PREHISTORIA

Edad de Piedra

HOMO HABILIS, en sentido amplio, es la especie más antigua del género. Habitó África Oriental hace entre 2,5 y 1,44 millones de años (Ma) y es el primer homínido que está asociado directamente con la fabricación de útiles de piedra (paleolítica) (Harmand et al., 2015). La prehistoria humana comprende el periodo desde que aparecen en África las primeras industrias líticas asociadas al género Homo (hace unos 2,6 Ma), hasta que comienza la historia escrita durante la civilización Sumeria, con su grafía cuneiforme, hacia el 3300 a.C. (ca. 5500 años antes del presente -BP-) (Silva et al., 2017).

El Periodo Cuaternario comienza hace 2,588 Ma. Este periodo abarca las Series del Pleistoceno y del Holoceno, así como el Antropoceno. El Holoceno representa los últimos 11.700 años. La prehistoria humana se desarrolla durante todo el Pleistoceno y se extiende en el Holoceno hasta el comienzo de la Edad de Bronce, ca. 5.500 años BP (Silva et al., 2017).

Los datos más antiguos que atestiguan la presencia humana en la Península se encuentran en torno a los 1,5 a 1,25 Ma (Aguirre, 2002; Berger et al., 2008; Toro-Moyano et al., 2013; Sala et al., 2014) y están relacionados con los yacimientos de Orce en Guadix-Baza (Barranco León 5 y Fuente Nueva 3) y Homo antecessor de Atapuerca (Sima del Elefante y Estrato Aurora). Estos restos de homínidos constituyen hasta la fecha los primeros especímenes humanos fósiles en el continente Europeo (Aguirre, 2002; Berger et al., 2008; Toro-Moyano et al., 2013). Los elementos líticos asociados pertenecerían a un “Paleolítico inferior arcaico”, correspondiente con el Olduvayense o Modo Técnico 1, caracterizado por industria sobre lasca y cantos tallados sobre materias líticas muy variadas.

Tras un vacío arqueológico, las siguientes industrias paleolíticas aparecen en el registro europeo hace unos 620.000-550.000 años BP (Bridgland et al., 2006). Esta nueva industria está asociada a Homo heidelbergensis, y se corresponde con lo que en España se denomina el “Paleolítico inferior clásico” equivalente al Achelense o Modo Técnico 2. Con frecuencia, la industria Achelense peninsular emplea cantos de cuarcita, de calidad inferior al sílex (Silva et al., 2017).

El Último Interglaciar (130.000 años BP) es el periodo en el que se produce el tránsito entre el Paleolítico inferior y el Paleolítico medio. Las industrias Achelenses son sustituidas por conjuntos de tipo Musteriense (Modo Técnico 3) que aparecen tallados preferentemente en materiales versátiles como el sílex. Este cambio tecno-cultural se encuentra ligado a la sustitución de las poblaciones de H. heidelbergensis (tipo Atapuerca), que dominan el Pleistoceno medio, por nuevas poblaciones de H. neanderthalensis (tipo Cueva del Sidrón), que dominan la primera parte del Pleistoceno superior (Silva et al., 2017).

Durante el último ciclo glaciar se verifica la entrada del Homo sapiens en la Península Ibérica (ca. 40.000 años BP) y la formación de importantes yacimientos arqueológicos en toda la Cordillera Cantábrica y el levante peninsular (Altuna, 2002). Como consecuencia, se produce el tránsito de Paleolítico medio a superior y la industria neandertal musteriense es sustituida por el Modo Técnico 4 (Silva et al., 2017). También durante este último ciclo glaciar se produce la extinción de las últimas poblaciones de neandertales en el continente europeo (Maroto et al., 2012 y Wood et al., 2013).

El Paleolítico superior se subdivide en diversos periodos. Durante la última fase del Gravetiense se producen las primeras representaciones de arte paleolítico en la Cueva de Altamira, datadas alrededor de los 22.000 años BP (Altuna, 2002) lo que ya implica la búsqueda y utilización de pigmentos minerales diversos (Silva et al., 2017). La actividad artística en Altamira se extiende durante ca. 20.000 años.

El último suceso climático del Pleistoceno superior se denomina Dryas reciente y representa un breve episodio de enfriamiento extremo de 1.300 ± 70 años de duración, entre 12.900 y 11.700 años BP (Berger y Loutre, 1991). Este evento puntual supuso el regreso de las condiciones climáticas glaciares y dio lugar a un importante periodo de sequía en la región mediterránea. Algunos autores relacionan este episodio climático con el nacimiento de la agricultura en el Creciente Fértil y, por tanto, con el final del Paleolítico y el tránsito (Mesolítico) hacia el Neolítico con diferente duración en diferentes regiones. A escala global, el Mesolítico comienza inmediatamente tras la deglaciación y conlleva la instalación de sociedades con asentamiento territorial estable (Silva et al., 2017).

Neolítico

Esta etapa se inició hace unos 9.000 años BP y se caracterizó por la creación de los primeros poblados y por la aparición de la agricultura, la ganadería y la alfarería, así como las primeras formas de metalurgia, lo que indica la búsqueda y aplicación de las materias primas minerales.

En la Península Ibérica el Neolítico se desarrolla entre ca. 7.500 BP y 5.000 años BP (Menéndez Fernández, 2013), entrando por la costa mediterránea y también posiblemente a través de los Pirineos (Silva et al., 2017).

El quinto evento de fluctuación climática (Bond 4) se registra hace unos 5.900 años BP y propicia el nacimiento de las hasta ahora consideradas primeras civilizaciones como la Sumeria y la Egipcia, así como el inicio del Calcolítico en el continente Euroasiático. En Europa, desde el 6.000 BP tiene lugar la fase que se denomina Neolítico Pleno, con difusión de las técnicas neolíticas de la agricultura y la ganadería hacia el interior de la Península, fundamentalmente a lo largo del valle del Ebro, formándose asentamientos y verdaderos poblados en las dos mesetas (Silva et al., 2017). Las evidencias más antiguas de extracción de sílex de esta época se encuentran en Casa Montero, en Vicálvaro, Madrid, datadas entre el 5.330 y 5.220 a.C., en el Neolítico antiguo, y trabajadas durante un lapso de tiempo de aproximadamente un siglo (Díaz del Río et al., 2020).

En Cataluña hay explotaciones mineras con evidencias arqueológicas adscritas al Neolítico medio tales como las de sal en Cardona y las de variscita en Gavá (Genera y Ayarzagüena, 2018). El yacimiento de Can Tintorer, en Gavá (Barcelona), es uno de los complejos mineros de época neolítica más importante de Europa, reconociéndose galerías subterráneas dedicadas a la extracción de la variscita con fines ornamentales (Villalba et al., 1986). Otros yacimientos de variscita conocidos y trabajados en la prehistoria son los de Pico Centeno en Huelva (Odriozola y Villalobos, 2015) y Aliste y Palazuelo de las Cuevas en Zamora (Villalobos y Odriozola, 2016), entre otros.

Las explotaciones de sal en La Vall Salina de Cardona se remontan al Neolítico medio. Se considera la primera cantera de sal gema de Europa y se extiende sobre unas 130 ha (Genera y Ayarzagüena, 2018).

La extraordinaria perfección que se llegó a alcanzar en la talla de material lítico en este periodo tiene uno de sus mayores exponentes en los hallazgos de puntas de flecha de apéndices muy desarrollados y puñales con mangos de marfil, realizados en sílex y cristal de roca, del yacimiento del tholos de Montelirio, integrado en la Zona Arqueológica de Valencina de la Concepción y Castilleja de Guzmán (Sevilla) de finales del Neolítico e inicios de la Edad del Cobre.

Calcolítico

La denominada Edad de los Metales comienza con el periodo Calcolítico, en el que se inician los primeros asentamientos de carácter urbano, bien representado en la Península por la cultura de Los Millares en la vertiente Norte de la Sierra de Gádor, Almería, que se desarrolla entre aproximadamente 5.100 y 4.200 años BP (Silva et al., 2017), siendo de gran influencia regional y orientada a la minería de cobre y plata.

El conocimiento sobre los detalles y características de la minería metálica que se desarrolla en la Edad del Cobre son muy poco conocidos. Se admite por lo general que las técnicas disponibles solo permitían acceder a las mineralizaciones más superficiales, explotándose casi solo los minerales de la zona de oxidación, en especial los óxidos y carbonatos de cobre, que además son fácilmente identificables gracias a los vivos colores azules y verdes que presentan (Pérez Macías, 2008). Discriminar entre las labores mineras del Calcolítico y las del Bronce es a menudo controvertido.

En la Meseta Norte destacan los vestigios mineros de la mina La Profunda del distrito de Cármenes- Villamanín en León. En ella se benefició una mineralización compleja de Cu-Co-Ni, retrabajada en la segunda mitad del siglo XIX. Su inicio se sitúa hacia los últimos momentos del Calcolítico, mientras que su abandono, datado a partir del hallazgo en particular de un hacha de bronce de talón y anilla, se situaría en el Bronce Final. Las labores de época prehistórica habrían alcanzado unos 36 m de profundidad sobre el cuerpo mineralizado, casi vertical, de unos 20-25 m de sección (Matías et al., 2000).

En el caso de la minería en el Cabo de Gata, que podría tener una trayectoria de 4.500 años de antigüedad, se han hallado útiles mineros primitivos datados en unos 2.500 años a.C. en el entorno del Barronal y de Rodalquilar que parecen estar relacionados con la extracción de cobre.

En la zona de Sierra Morena, Jaén, abundan los yacimientos filonianos con presencia de cobre. Cástulo llegaría a ser la cabeza de un importante distrito minero. Los primeros hallazgos encontrados allí datan del Paleolítico. En la Edad del Cobre el poblado ya debió tener una actividad considerable.

El cinabrio se produce casi exclusivamente en la zona de Almadén pero se utilizó intensivamente durante el Calcolítico en muchos otros lugares, lo cual indica su aprecio y la existencia de redes de difusión muy tempranas. Su uso prehistórico como pigmento tiene un buen ejemplo documentado en el citado tholos de Montelirio (Sevilla). Se trata de un sitio con una arquitectura que refleja su importancia simbólica, todo ello resaltado por el uso de la intensa coloración roja. El cinabrio no solo está presente en las paredes, si no que se usaron grandes cantidades para decorar los cuerpos de los enterrados, los cuales también lo utilizaban cuando aún vivían (García Sanjuán, et al, 2016). El uso del bermellón se conoce también en otros yacimientos peninsulares con carácter simbólico, como Perdigões en Reguengos de Monsaraz (Alentejo) datado entre 3.400 y 2.000 a.C. (Emslie et al., 2015).

El área más abundante en indicios mineros de esta época es sin duda el SE ibérico. Las mineralizaciones se distribuyen principalmente en dos zonas, la Zona Surportuguesa y la Zona Ossa Morena (Pérez Macías, 2008).

El principal indicio de esta minería primitiva son los útiles de piedra y los asentamientos relacionados, pues aunque la metalurgia más primitiva de los minerales de cobre en vasijas-hornos de reducción no produce verdaderas escorias (Rovira, 2005), los residuos metalúrgicos y los restos metálicos de los poblados, como sucede en Cabezo Juré y en algunos otros de la margen izquierda del Guadiana (Monge, Araujo y Peixoto, 1994), son las mejores pruebas para demostrar el laboreo de esas mineralizaciones (Pérez Macías, 2008).

Las mineralizaciones masivas de la Zona Surportuguesa no presentan muchas evidencias de explotación en época calcolítica debido a la relativa escasez de minerales de cobre secundarios en las monteras superficiales de oxidación. Los mineros de la Edad del Cobre realizaron laboreo sólo en aquellas que presentaban mineralizaciones de cobre supergénico (Pérez Macías, 2008).

Un caso bien documentado de trabajos prehistóricos para obtención de cobre se encuentra en la Corta de Tiberio en Sotiel Coronada, donde aparecen cantidades destacables de secundarios de cobre y donde abundan también los martillos de minero con surco central de enmangue, así como cerámicas de Bronce Final. Otro caso interesante es la de Corta Esperanza en Tharsis. Es la única mineralización de la zona de Tharsis que presentaba carbonatos de cobre superficiales, que pueden relacionarse con la metalurgia de cobre de Cabezo Juré (Pérez Macías, 2008).

En la zona de Pozuelo (en Zalamea la Real, Huelva) la mina más conocida es Chinflón (Vencida) con mineralización de pirita y calcopirita, con malaquita en la zona de oxidación. Según los datos de la explotación realizada en el año 1929 llegaron a minarse hasta 14 toneladas de carbonatos de cobre. Es la única mina prehistórica analizada en la Península Ibérica (Rothenberg y Blanco, 1980), con materiales cerámicos que ofrecen una cronología del Bronce Final, sin continuidad de explotación en el período tartesio o fenicio (Pellicer y Hurtado, 1980).

En la Zona Ossa Morena existen mayor número de yacimientos que en la Zona Surportuguesa pero carecen del volumen de los depósitos de la Faja Pirítica Ibérica. En su gran mayoría son yacimientos de tipo filoniano de sulfuros con hierro, cobre, plomo, zinc, plata, y a veces oro y estaño (Apalategui, 2001 y Pérez Macías, 2008).

En las mineralizaciones de la estructura filoniana de Sultana-San Rafael, dentro del término municipal de Cala (Huelva), la explotación prehistórica está constatada por los martillos con surco central de enmangue encontrados en la concesión Sultana (Quiring, 1935) y por las vasijas-hornos de algunos poblados de la Edad del Bronce, como el Cerro de los Rehoyos (Pérez y Rivera, 2004) y Santa Marta (Romero, Pérez y Rivera, 2002 y Pérez Macías, 2008).

José Meseguer Pardo describió instrumentos y restos humanos de época poco posterior a la Edad de Piedra encontrados no solo en Riotinto, si no también en las minas de Aramo (Asturias) y Cerro Muriano (Córdoba), todos relacionados con la obtención de cobre. Por su parte, Antonio Carbonell y Trillo-Figueroa adscribía a esta época los pequeños yacimientos de cobre y metales preciosos que encontró en el Valle de los Pedroches en Córdoba.

Edad de Bronce

La Edad del Bronce se desarrolla a partir de aproximadamente el 1.700 a.C. En todo el SE de la Península se desarrolla la cultura Argárica, también conocida como Bronce Mediterráneo, con actividad reconocida por los hermanos Siret en las minas de plata de Herrerías. En el centro peninsular se desarrolla el denominado Bronce Manchego; y en Baleares la cultura Talayótica.

Durante el Bronce Medio aparecen en la Meseta Norte los bronces de estaño. Esta novedad se debe a la existencia de zonas con menas polimetálicas, como el caso de los yacimientos de Otero de los Herreros (Segovia), no muy lejanos del asentamiento de la Gravera del Puente Viejo de Mingorría (Ávila), donde apareció mineral parcialmente reducido de Cu y Sn.

En este periodo se inicia la colonización de las costas de la Península por fenicios y cartagineses (fundación de Cádiz ca. 1140 a.C.) y el desarrollo de las culturas Tartesia, Íbera y Celta. Al final de este periodo (ca. 800 a.C.) comienza la introducción de la metalurgia del hierro en la Península por parte de los pueblos colonizadores (Silva et al., 2017).

La mayoría de las explotaciones de las Zonas Surportuguesa y Ossa Morena con antecedentes en el Calcolítico experimentaron una época de máxima actividad en el Bronce, lo que ha dejado millares de martillos de piedra con surco central de enmangue (Hunt, 2003).

En Constantina (Sevilla), la concesión San Enrique (Gibla) explotó un filón de cuarzo y calcita con zona de oxidación donde predominaban los carbonatos de cobre. En esta mina son muy abundantes los martillos mineros de piedra con surco central de enmangue, lo que sitúa los trabajos en la Edad del Bronce (Hunt, 1998 y Pérez Macías, 2008).

En los grandes yacimientos de la Faja Pirítica se encuentran indicios de actividad minera de la Edad del Bronce, pero las posteriores labores romanas hacen difícil la identificación precisa.

Los restos pertenecientes a la Edad del Bronce en Jaén son más numerosos, especialmente por lo que respecta al Bronce Final. Siguiendo las descripciones de Domergue realizadas sobre yacimientos de esta zona, la prospección minera se basaría en identificar los yacimientos a partir del color de los minerales. Los mineros en esta época atacan los filones a través de los afloramientos de manera que las entradas a las minas se presentan bajo la forma de rafas o de pequeños pozos de forma irregular siguiendo la dirección del filón. Para permitir el ascenso y descenso de los mineros se excavan pequeñas cavidades en las paredes. Para salvar los pasos difíciles debieron utilizarse escalas de madera, pero en ningún caso conocido en Sierra Morena se entibaron las galerías tal y como se ha documentado en otras minas de Europa. Un indicador de la minería de esta época es la presencia de mazos con ranura, realizados normalmente utilizando un simple canto de río, que se fijaba a un mango mediante correas de cuero.

Hay referencias de la explotación de plata hacia el siglo III a.C. en la mina de Palazuelos, identificada como el Pozo Baebelo, cercana a Linares, en época del cartaginés Aníbal, derrotado por los romanos en 206 a.C.

En Linares, el filón principal de Pozo Ancho, que es prolongación del filón de La Cruz, presenta galerías de pequeña sección y gran extensión, excavadas a mano y de antigüedad indeterminada, que permiten suponer su explotación por cartagineses y romanos.

Tal y como afirma Domergue, en Sierra Morena desde la Edad del Bronce la mayor parte de los yacimientos de cobre de tipo filoniano han sido explotados y en todos ellos se han documentado martillos con ranura.

Domergue apunta que la técnica más habitual empleada para el arranque del mineral es el uso del fuego, basada en la dilatación y en la contracción diferencial dentro del filón de las zonas mineralizadas respecto al hastial. La mena calentada es enfriada rápidamente con agua fría lo que provoca grietas que facilitan el arranque con ayuda de martillos con ranura, punterolas y cuñas de madera, encontradas en las fisuras.

En Peñalosa se ha podido documentar todo el proceso metalúrgico desde la molienda del mineral, la reducción o la fundición, hasta el vertido en moldes. Los minerales explotados en Peñalosa fueron fundamentalmente filones con óxidos (cuprita) y sulfuros de cobre (calcopirita) junto con otros sulfuros como la galena. El proceso de tostación y reducción para obtener el cobre metálico se llevaría a cabo en hornos simples o en las denominadas vasijas-horno, avivados con aire, posiblemente mediante toberas. La fundición se realizaba en crisoles de cerámica vertiendo la masa metálica líquida en moldes de piedra o cerámica. En la fase de manufactura o acabado se obtendrían los productos tales como herramientas, armas, adornos y complementos (Civanto y Gutiérrez, 2002).

En la zona NE hay vestigios que indican que los inicios de explotación de los yacimientos de galena de la denominada cuenca minera de Bellmunt o de Falset, se remontan, al menos a finales de la Edad del Bronce (Genera y Ayarzagüena, 2018).

Tartesios

Los tartesios son los primeros explotadores de los recursos del subsuelo ibérico sobre los que existen referencias escritas. Anacreonte, en el año 530 a.C., citado por Estrabón (151), señalaba las riquezas de Tartesos especialmente en plata, lo cual confirma Heródoto (IV, 152), gran viajero que vivió entre los años 480 y 430 a.C., por sus “cantidades inmensas de plata”. Destacar también la mención en términos similares en el Periplo Masaliota, que constituye el documento geográfico más antiguo del que se tiene conocimiento, escrito hacia el año 520 a.C. y recogido en la obra “Ora Marítima” del romano de origen etrusco Fausto Rufo Avieno. Polibio, nacido hacia el 230 a.C., menciona la zona de Cástulo de donde se obtenía plomo mezclado con plata.

Algunos estudiosos plantean que entre tartesios y fenicios se dio una auténtica fusión cultural, hasta el punto de que en términos arqueológicos se hace muy difícil distinguir en muchas ocasiones qué elementos son tartesios y cuáles fenicios. Se reconocen laboreos mineros tartesios sobre los crestones de los filones cupríferos de Cerro Muriano y del Valle de los Pedroches, así como sobre otros similares situados al Sur de Bélmez, en la provincia de Córdoba; a este período corresponden también los comienzos de la minería de plata en la zona de Posadas y al Sur de Fuente Obejuna, en las minas del Piconcillo. Los hallazgos más característicos han consistido en martillos de piedra, así como alguna punterola de hierro y monedas con inscripción ibérica.

Sin embargo, las explotaciones más importantes que llevaron a cabo en esta época fueron las que corresponden a la región onubense de Riotinto, en donde recuperaban, además del cobre, el oro y la plata contenidos en las monteras de oxidación.

Las minas de Riotinto experimentan por primera vez una explotación industrial a gran escala en torno al año 700 a.C. Los indicios de esta actividad han quedado en el cerro Salomón, donde se han hallado viviendas, cerámica y residuos industriales de una población que dedicaba su trabajo al beneficio de la plata.

En las minas de Tharsis se ha identificado minería de la Edad Antigua, realizada por tartesios, fenicios y romanos, de todos los cuales se han encontrado restos arqueológicos.

Otros objetos diversos de bronce de esta época han sido localizados en Torremolinos (Málaga), Cástulo (Jaén) y Carmona (Sevilla).

Fenicios

Entre los siglos XIV y XII a.C. se produjo la llegada de los fenicios que trajo consigo nuevos métodos para el aprovechamiento de los recursos minerales, aunque no consta que fueran mineros, sino más bien comerciantes intermediarios entre los tartesios y el mercado mediterráneo.

Desde su centro inicial de operaciones, situado en Gadir, comienzan una expansión litoral y continental que alcanzaría su máxima importancia en el distrito metalífero de Huelva, donde entre otros núcleos fundan, o al menos potencian considerablemente, la localidad de Tharsis, voz de origen fenicio, destacando los trabajos en el Cerro Salomón, en Riotinto, así como las zonas del área de El Lago. El nombre de Isla de Heracles (o de Melkart) dado a la actual Isla de Saltes, frente a Huelva, designa a esta localidad como puerto fenicio de las minas de cobre del distrito de Riotinto. Los fenicios usaban esta isla para almacenar y procesar el mineral, como demuestran los numerosos vestigios y escoriales de esa época.

Los fenicios se implantaron también en Abdera, actual Adra, en la costa almeriense, en la zona de influencia de las minas de plomo de la Sierra de Gádor.

Los fenicios llevaron su actividad a las galenas argentíferas de la Sierra Almagrera, fundando la ciudad de Barea, destacado centro metalúrgico de la época en las inmediaciones de la actual Vera, también en Almería. A esta industria del beneficio del plomo y de la plata responde la creación de otros centros mineros como los de Beocia (actual Baeza), Cástulo, Vilches y Hellares (actual Linares), en Jaén; y continuando por la costa, hasta llegar a la comarca minera de Cartagena.

Helenos

Entre los siglos VII y VI a.C. arribaron a las costas del Sur los buques de los griegos focenses que emplazaron diversas colonias, fundando nuevos centros en zonas de interés minero, o potenciando núcleos fenicios previos. Entre los primeros cabe señalar los de la Sierra de Lújar, en la costa granadina, la Sierra de Gádor y la Sierra Almagrera, en la provincia almeriense. En cuanto a los asentamientos previos revitalizados, destacan las localidades jienenses de Baeza, Cástulo, Vilches y la actual Linares.

Los griegos continuaron la explotación de los filones de cobre aurífero en la provincia cordobesa, con trabajos de importancia en Cerro Muriano y en la región Norte de Hornachuelos e intensificaron la minería en el Valle de los Pedroches, así como la de plomo de Posadas y Almodóvar del Río, hallándose martillos de piedra y monedas de esta época en las localidades citadas.

Cartagineses

Los cartagineses expulsaron a los fenicios y a los helenos además de acabar con el imperio de los tartesios tras el asedio y destrucción de Tarteso entre los años 520 y 509 a.C.

La preponderancia del bronce, cuyo protagonismo ostentaban los tartesios, decae y deja paso a la del hierro, dominado por los cartagineses. Las fuentes escritas hacen referencia a una importante actividad minera a partir de la implantación del dominio cartaginés en la zona. La producción de grandes cantidades de plata serviría para la financiación de los ejércitos cartagineses en el último tercio del siglo III a.C., en el marco de la Segunda Guerra Púnica (218-201 a.C.) (Civanto y Gutiérrez, 2002).

Las minas de plata que venían explotando los tartesios continuaron su actividad durante la dominación cartaginesa, cesando ésta con las Guerras Púnicas hasta la conquista de Aníbal. La tradición señala que las minas de Los Palazuelos en la zona jienense de Cástulo y con abundante plata, constituyó la dote que aportó la princesa Hilmice, nacida en Baeza, hija de un caudillo ibérico y dama de Castulone, a su boda con Aníbal, según refiere Tito Livio (XXVIII. 23). Las crónicas relatan que los pozos denominados de Baebelo y de Aníbal, en estas minas de Los Palazuelos, rendían 300 libras de plata diarias, según recoge Plinio.

Otras minas de plomo explotadas durante la etapa cartaginesa fueron las de la Sierra de Lújar, en Granada, así como las de plata de Herrerías, al pie de la Sierra Almagrera, en la provincia de Almería.

EDAD DEL HIERRO-IMPERIO ROMANO

El penúltimo de los eventos de fluctuación climática (Bond 2) se produjo hace unos 2.800 años (años 800 a 300 a.C.), y coincide con el colapso de la Edad de Bronce en el Mediterráneo, el inicio la Edad del Hierro, y el comienzo del dominio de Roma sobre toda la región mediterránea. Durante la época romana se alcanza el denominado Óptimo Climático Romano, que propició la expansión del Imperio a prácticamente toda Europa, alcanzando Gran Bretaña, donde el clima era tan benigno que podía cultivarse la vid (Font Tullot, 1988 y Silva et al., 2017).

La Edad del Hierro en la Península comienza en el 800 a.C. y finaliza en el 218 a.C. con la colonización romana de Hispania (Segunda Guerra Púnica). A partir de este momento se inicia el periodo histórico propiamente dicho en la Península Ibérica y finaliza la prehistoria (Silva et al., 2017).

Hierro

El hierro en la Península Ibérica es uno de los indicadores de referencia para la definición tecnológica y cultural de los íberos. En la provincia de Jaén resulta abundante la presencia de armas, especialmente lanzas y falcatas, así como hallazgos de puntas de flecha (Ruiz et al., 2002).

En el enclave metalúrgico de La Juncada (Peracense, Teruel), un interesante taller metalúrgico del área minera de Sierra Menera, se han documentado tres hornos de sangrado de mineral de hierro. Su datación por 14C los sitúa en los siglos IV-III a.C. y muestran los avances en el conocimiento de la siderurgia del hierro durante época celtibérica (Villargordo et al., 2014).

Los objetos fabricados en hierro hacen su aparición en el registro arqueológico de los castros del Cantábrico durante la primera mitad del I milenio a.C. en un contexto caracterizado por la continuidad de técnicas metalúrgicas heredadas de la Edad del Bronce. Su presencia es muy escasa y sin indicios de fabricación local por lo que se suponen adquiridos por vía comercial. A partir del siglo IV a.C. se constata la reducción de hierro en hornos rudimentarios con trabajos de forja en muchos de los poblados. En torno al cambio de era se constata la introducción del horno de sangrado, así como la diversificación y estandarización de la producción, que hace del hierro el material hegemónico en la fabricación de herramientas (Camino y Villa, 2014).

La abundancia de vetas férricas y su explotación antigua, al menos en el Cantábrico central y oriental, es algo probado, siendo indicativa la famosa mención de Plinio (HN, XXXIV, 149): “De todas las venas metalíferas, la más abundante en Cantabria es la de hierro. En la zona marítima que baña el Océano hay un altísimo monte que, parece increíble, todo él es de metal”, que se identifica con Peña Cabarga, cuya explotación protohistórica esta sugerida por un caldero broncíneo (González Echegaray, 1993). Los yacimientos férreos de Somorrostro se explotan más tarde, ya en época romana (Camino y Villa, 2014).

El beneficio antiguo de los criaderos de hierro se iniciaba comúnmente a partir de las monteras de oxidación de los afloramientos de los filones en superficie, procediéndose a continuación a su vaciado subterráneo siguiendo su buzamiento (Rebiscoul, 1987).

Hay evidencias que vinculan determinados asentamientos castreños de esta época con criaderos minerales próximos, como en los casos de los castros de Moriyón (Camino, 2002) o de Caravia con las vetas de La Llosona en Tornón (Adaro y Junquera, 1916), el castro de La Campa Torres y la hematites de Llumeres cuyos vestigios fueron hallados en el propio recinto (Maya et al., 2001), o Castilnegro y los depósitos de Peña Cabarga (Valle y Serna, 2003 y Camino y Villa, 2014).

Los hallazgos de instalaciones siderúrgicas son escasos, aunque hay indicios arqueológicos que indican la transformación del mineral en pequeños hornos de reducción en castros como la Campa Torres (Rovira y Gómez, 2001). Parece ser que el procedimiento fundidor era correcto, pero el deficiente proceso, provocado por hornos con insuficiente potencia calórica, conducía a un escaso y desigual aprovechamiento del mineral (Gómez, 1996). La siderurgia celtibérica sufre del mismo defecto, acreditado en las escorias de Castilmontán (Soria) que presentan un alto contenido de hierro y gran pobreza de sílice, consecuencia de una baja capacidad de fusión (Lorrio et al., 1999 y Camino y Villa, 2014).

El conjunto metalúrgico de fines de la Edad del Hierro localizado en la isla ferrolana de Santa Comba es una gran aportación. Está integrado por dos hornos bajos de fusión que permitían la reducción por un método indirecto. En el primero, propiamente de fusión primaria, se trataban limonitas tipo gossan, mientras que en el segundo, de refusión, se obtenían aceros o hierros antiguos mediante pudelado y forja. Se trataba de hornos revestidos de arcilla refractaria, con altura inferior a 1,5 m y fondo de crisol de 0,40 m como máximo (Gómez Filgueiras, 2002 y Camino y Villa, 2014). La presencia del hierro en los poblados cántabros aumenta hacia fines del siglo I a.C., lo que coincide con la conquista romana (Camino y Villa, 2014).

Época romana

La llegada de los romanos difunde y consolida definitivamente el conocimiento de la extracción y metalurgia del hierro por la Península, si bien este hecho no fue simultaneo en todas las regiones. No obstante, los romanos siguen buscando y descubriendo nuevos yacimientos de los metales tradicionales y mantienen o reactivan explotaciones ya conocidas.

Los hallazgos mineros romanos más antiguos documentados son los llamados castilletes, poblados mineros fortificados que se localizan en la parte interior de la Sierra Morena, siendo los más representativos Palazuelos, Escoriales, Salas de Galiarda y el Cerro del Plomo en El Centenillo. La datación de estos poblados los sitúa a finales del siglo II a.C. en adelante, en época tardo republicana, (Civanto y Gutiérrez, 2002).

En la mina de Arrayanes del Distrito Minero de Linares-La Carolina (Jaén) está localizada la fundición del Cerro de las Mancebas que data de época romana y en la cual se trataron minerales de Arrayanes.

En el entorno de El Centenillo, en el término municipal de La Carolina, está el complejo minero mejor estudiado, explotado en época romana. Los trabajos de extracción alcanzaron profundidades de hasta 225 m, conservándose los útiles mineros, las entradas a los filones y, en muchos casos, las galerías de desagüe, siendo numerosos los mazos con ranura fabricados en piedras duras recuperados junto a la rafas o trincheras, según reflejó en sus estudios Claude Domergue. La fortificación de galerías poseía ya formas muy similares a las empleadas a principios del siglo XX, y en los terrenos blandos construyeron muros de contención y bóvedas, algunas de las cuales han resistido hasta la actualidad. El desagüe se llevaba a cabo por medio de norias para profundidades escasas o por medio de una serie de tornillos de Arquímedes para profundidades mayores. Varios de estos artefactos se encontraron intactos en la mina de El Centenillo, al Oeste de La Carolina, donde los romanos llegaron hasta 240 metros de profundidad. Los especialistas estiman que la producción de esta mina en la etapa romana debió ser de unas 80.000 toneladas de galena.

En Córdoba son destacables los vestigios de antiguas explotaciones romanas en la zona de Posadas sobre filones de galena rica en plata. En la mina Casiano de Prado, los trabajos de esta época alcanzaron los 200 metros de profundidad y en las vecinas minas de Cinco Amigos, Montenegro y El Rincón las labores llegaron a 150, 115 y 110 metros de profundidad.

En la zona minera de Cartagena están identificados dos grandes centros mineros de época romana, La Unión-Sierra de Cartagena y Mazarrón. Las fuentes escritas indican que desde finales del siglo III a.C. el Estado Romano se apropió de todas las posesiones bárquidas en la zona de Cartagena, tanto las salinas como los yacimientos mineros. Bajo dominio romano esta zona alcanzó su época de auge en el siglo I a.C. y Cartagena era el puerto de embarque hacia Roma del mineral de las minas de Cástulo y Sisapo.

En lo que respecta a las mineralizaciones del SE, el auge de las explotaciones mineras romanas en Riotinto tiene su mayor bonanza durante el siglo II d.C. Se abren profundos pozos y galerías, para cuyo desagüe se hizo uso de tornillos hidráulicos, norias y bombas de Ctesibio, de todo lo cual han quedado pruebas y restos en las propias minas.

En las minas de Riotinto el desagüe se realizaba, como describe José Luis Sobrino, mediante unas series de hasta ocho ruedas de cuatro a cinco metros de diámetro provistas de cangilones, escalonadas entre desniveles de 30 metros, mediante las que se obtenía un rendimiento de tres a cinco metros cúbicos por hora; de estas norias se han encontrado en estas minas más de cuarenta, y en las de Tharsis aparecieron doce pares en el Filón Norte.

En la mina Sotiel Coronada se ha constatado el uso de cubos de cobre atados a poleas y de nori - as escalonadas de esta época como sistema de desagüe. Pero sin duda, el ingenio más sobresaliente lo representa la bomba de Ctesibio, cuyo único ejemplar en España fue descubierto en dicha mina en 1889. Un sofisticado artefacto de bronce para el bombeo explicado entre otros autores por Vitrubio (X-7), fijado al suelo por medio de una obra de mampostería, y constituido por un sistema de pistones y válvulas que posibilitaban la recogida del agua y su evacuación a un nivel superior. Gracias a estos métodos de desagüe se alcanzaron profundidades de hasta 200 metros.

La paulatina decadencia de la economía romana, en los últimos años de Imperio, afectó sensiblemente a las labores en Riotinto. Los hallazgos arqueológicos indican una actividad en decadencia hasta concluir, probablemente en el siglo V d.C., con el abandono total de las explotaciones, aquí y en los demás yacimientos de la Faja Pirítica.

En la parte septentrional de la provincia de Huelva también se han hallado vestigios de explotaciones mineras romanas, fundamentalmente de cobre. Es destacable el descubrimiento, hacia 1903, de un pozo en escalera de caracol de 50 metros de profundidad en la mina La Sultana, del término municipal de Cala, así como una galería emboquillada en granito comunicada con otra labor a la que se denominó de los esqueletos por la aparición de 16 mineros romanos sepultados con sus vestimentas y útiles característicos.

En el distrito almeriense de Sierra Almagrera, cuando se redescubrió en 1839, se hallaron innumerables excavaciones e inmensos vaciaderos de épocas anteriores, en cuyas inmediaciones se encontraron monedas, candiles, así como utensilios mineros, la mayoría de los cuales corresponden al período romano.

En la zona minera de plomo de la Sierra de Gádor, en la Baja Alpujarra, se han encontrado multitud de herramientas, monedas, candiles y útiles diversos correspondientes a esta época, siendo destacable una lámina de plomo con inscripciones relativas a este período procedente del municipio de Berja. También existen referencias a la explotación en el área de Dalías y Fondón sobre criaderos de plomo, así como en la vecina localidad de Turón en Granada. Otras referencias aluden a la existencia de actividad minera para hierro en los términos de Bayárcal, Laújar y Paterna del Río, en la vertiente Sur de Sierra Nevada.

En lo que respecta a la propagación del uso del hierro, el mejor ejemplo documentado de instalaciones siderúrgicas en asentamientos indígenas altoimperiales es el del poblado de Orellán, en la zona minera de Las Médulas (León). En este lugar, cercano a una brecha ferruginosa de fácil explotación, se excavaron varios hornos de reducción empleados a lo largo del siglo y medio que se prolongó la actividad minera aurífera para satisfacer la continua demanda de herramientas y utillaje para la explotación y el mantenimiento de la infraestructura hidráulica auxiliar (Fernández- Posse et al., 2002; Villa y Fanjul, 2006 y Camino y Villa, 2014).

Un asentamiento que ha proporcionado evidencias de instalaciones siderúrgicas complejas más allá del trabajo de forja, datado tras la consolidación del dominio romano, ha sido la Villa de Veranes, en Gijón. En este lugar se identificaron 4 fraguas, 1 yunque de cuarcita y 4 cubetas de las que, al menos 2, se instalaron sobre base de piedra y conservaban paredes de arcilla refractaria (Llanos Ortiz de Landaluze et al., 2009). Allí se desarrollarían todos los trabajos relacionados con el procesamiento del mineral hasta su conversión en metal y manufacturas durante la primera mitad del siglo IV d.C. (Fernández Ochoa et al., 2004).

La actividad siderúrgica en el área cantábrica debió ser bastante generalizada existiendo líneas de abastecimiento consolidadas, incluyendo el transporte marítimo, como prueba el hallazgo en 1975 de un barco hundido con su carga de mineral en el fondeadero del Cabo Higuer, en Fuenterrabía, procedente de las minas de Aya Arditurri, con más del 42% de riqueza en hierro (Martín Bueno, 1981).

El cinabrio de Almadén fue otro de los productos trabajados intensamente en la época romana. Referencias tan explícitas como las de Estrabón (III, 2, 3) o Plinio (XXXIII, 118), hacen mención a la región Sisaponensis como la zona de procedencia del cinabrio de Hispania. Este mineral fue muy apreciado en el mundo romano para la obtención del más hermoso y cubriente pigmento rojo que se aplicaba en la pintura mural.

En los estudios recientes sobre el origen de la extracción de cinabrio y de la minería de plomo y plata en la región sisaponense se concluye que el asentamiento de La Bienvenida en el centro del Valle de Alcudia es muy probablemente la ciudad antigua de Sisapo. Los trabajos arqueológicos evidencian un núcleo antiguo fundado en tiempos tartesios que funciona casi ininterrumpidamente entre fines del siglo VIII o inicios del VII a.C. hasta el siglo V d.C. y que pasa a control romano desde el principio de su presencia en estas tierras (Fernández Ochoa y Zarzalejos, 2010 y Zarzalejos et al., 2012).

La riqueza minera de la región de Almadén no solo incluye el mercurio sino también mineralizaciones filonianas de Pb-Zn-Cu. En el curso de los trabajos de prospección se han identificado hasta 58 yacimientos arqueológicos de cronología antigua, en su mayor parte inéditos (Zarzalejos Prieto, M. et al., 2012).

Entre los ejemplos puede mencionarse la explotación de un filón de Pb-Zn-Ag en la mina de San José-Andrea, en el término municipal de Chillón y reactivada a finales del siglo XIX, momento en el que se encuentran trabajos antiguos con pozos de 70 m de profundidad y galerías estrechas e irregulares, así como materiales romanos (Domergue, 1987 y Zarzalejos Prieto, M. et al., 2012).

En la zona se han identificado también centros metalúrgicos relacionados con las explotaciones de cinabrio, destacando el yacimiento de Guadalperal, perteneciente al municipio de Almadén, donde hay evidencias materiales que asocian un poblado minero con una mina de cinabrio. Un segundo ejemplo de complejo minero de explotación de cinabrio es el de la Mina de Las Cuevas, situada al NE de Almadén. Los ingenieros de minas indicaron, a fines del siglo XVIII, que los romanos explotaron el mineral hasta una profundidad de unos 100 m mediante excavaciones realizadas con puntero (Domergue, 1987 y Zarzalejos et al., 2012).

Con el fin del Imperio romano la actividad disminuye y al cabo de unos siglos encontraremos que los musulmanes toman el relevo y fundan Hins-Al-Maden, la fortaleza árabe que daría origen a la actual población de Almadén.

Por otro lado, las explotaciones llevadas a cabo a comienzos del pasado siglo XX permitieron reconocer trabajos antiguos, superficiales y en galerías, en el yacimiento cuprífero del Cerro de los Almadenes en Otero de los Herreros (Segovia).

Las labores romanas se desarrollaron entre fines del siglo I a.C. y mediados del I d.C., según atestiguan los hallazgos.

Destaca en la época romana la explotación de Las Médulas en la provincia de León que es uno de los ejemplos de minería aurífera romana más conocidos. En el siglo I d.C., el Imperio empezó a explotar el yacimiento. El sistema utilizado era el llamado ruina montium, mediante el cual, el agua de los riachuelos de montaña se canalizaba y embalsaba en la parte superior de la explotación; la montaña se horadaba con una cuidadosa red de galerías muy pendientes, soltando el agua a través de ellas. La fuerza del agua deshacía el terreno y arrastraba las tierras auríferas hasta los lavaderos. El método empleado en la extracción del oro era tan eficiente que estas minas fueron unas de las más productivas del Imperio Romano.

Considerada la mayor mina de oro a cielo abierto de todo el Imperio, la explotación de la zona se abandonó en el siglo III d.C. Las Médulas fueron declaradas “Bien de Interés Cultural” en el año 1996 y en el año 1997 la Unesco las declaró Patrimonio de la Humanidad.

Sánchez-Palencia, en sus trabajos de 1983, estimó que la producción que pudieron obtener los romanos, basándose en prospecciones y sondeos geológicos, considerando el volumen resultante de cubicar los vaciados producidos, y cuidando de diferenciar la ley de oro según cada yacimiento, fue de unas 60 toneladas de oro.

LA EDAD MEDIA

Reino Visigodo (418 d.C.-711 d.C.)

Los Visigodos mantuvieron en explotación algunos de los yacimientos más destacados, utilizando técnicas minero-metalúrgicas muy avanzadas (Genera y Ayarzagüena, 2018), aunque probablemente con una reducción en el ritmo de la producción. En los últimos años esto se ha podido confirmar en las excavaciones del Cerro de los Almadenes (Otero de Herreros, Segovia), donde se ha constatado actividad en los siglos V y VI d.C. (Ayarzagüena et al., 2017 y Genera y Ayarzagüena, 2018).

Fernández Soler (1954) supone una cierta actividad minera visigoda en el distrito de Linares-La Carolina, al menos durante los primeros tiempos de este período. José María Luzón también indica la actividad extractiva. En la mina de Sotiel-Coronada, en Huelva, se han señalado el descubrimiento de monedas de esta época y también se ha reconocido una necrópolis visigoda localizada por Carlos Cerdán. Ni en Riotinto ni en Tharsis se ha detectado presencia visigoda.

Periodo Musulmán (711 d.C.-1492 d.C.)

Las evidencias de actividad minera de este período son escasas, si bien hay constancia de determinadas explotaciones y numerosos comentarios en fuentes musulmanas mencionando con cierto detalle la riqueza del subsuelo andaluz y el emplazamiento de los criaderos minerales. Además abunda el empleo del topónimo almadén a lo largo de la geografía peninsular, señalando localidades relacionadas con minas.

En el año 1348 hay referencias al Cerro del Hierro, denominado Constantina del Hierro, del que se señalaba su buena calidad, y que se exportaba al mundo entero. Destaca la próspera y notable industria del hierro y de los objetos dorados de alfarería de Málaga. En la isla de Saltes, en Huelva, Mohamed Al Idrisi señalaba la existencia de un taller metalúrgico.

Los testimonios arqueológicos cordobeses más destacables en relación con la minería califal son los procedentes de la mina Mirabuenos, en Villaviciosa de Córdoba, donde la profusión de objetos de cerámica vidriada hizo que esta explotación llegara a conocerse como la Mina de los Cacharros. En su entorno se localizan los restos de la antigua fundición en la que se trataban los minerales de estas labores, que alcanzaron los 102 metros de profundidad.

Ahmed-Al-Razi, conocido como el Moro Rasis, que murió en la primera mitad del siglo X, hace referencia a la minería de plomo de la Sierra de Gádor, así como a las antiguas explotaciones de la villa de Berja y el cercano sitio que llaman Castala.

En la zona de Rodalquilar se reconocen antiguos trabajos para el beneficio de tierras de alumbre que se empleaban en la industria del curtido de pieles y tintura de tejidos, fundamentalmente seda. En el distrito plomífero de Linares-La Carolina parece que durante la etapa musulmana durante los siglos XII a XV se explotaron algunos filones al N de La Carolina.

El yacimiento minero de Alquife muestra indicios de haber sido explotado por vez primera en las épocas omeya y taifa. Alquife ya aparece desde la etapa nazarí como el principal centro productor de hierro del Marquesado de Zenete. Las minas en este período islámico eran subterráneas y se situaron en el Cerro del Castillo, al N de la población.

En cuanto a la producción de cinabrio, durante los siglos VII al XIII los musulmanes dominaron la región de Almadén y fueron ellos quienes le dieron su actual nombre. No sólo beneficiaron las minas, inventando procesos metalúrgicos, como los hornos de xabecas que se usaron durante siglos, sino que, a juzgar por la riqueza de vocablos que aún se emplean, desarrollaron un gran conocimiento acerca de la mina de Almadén. Durante todo este período es muy probable que las labores se redujesen a explotaciones a cielo abierto (Hernández Sobrino, 1984) y pequeños pozos de corto desarrollo. Para evitar hundimientos se cruzaban troncos de un lado a otro. La datación de un trozo de esta madera de cerca de la mina de El Entredicho arrojó una edad de 800 años, correspondiendo a la época final de la dominación árabe.

Tras la reconquista, Fernando III El Santo, en Sevilla, el 18 de febrero de 1249, en recompensa por los servicios prestados a la Corona, otorgaba a la Orden y Milicia de Calatrava un privilegio donándole la mitad de «la mina de azogue de Chillón, llamada vulgarmente Almadén». El rey se reservaba la propiedad de la otra mitad. Cuando el infante Don Sancho declaró la guerra a su padre Alfonso X El Sabio, la Orden se adhiere al rebelde y el precio de tal apoyo sería la otra mitad de las minas, propiedad del monarca. Una vez conseguido el control de la mina, la Orden solicita prebenda para fabricar y comerciar bermellón y exportarlo fuera de sus reinos. Los primeros años parece que la propia orden trabajó las minas y comercializó los productos, pero poco después comienzan los arriendos en pública subasta.

Cuando el Rey Fernando El Católico en 1487 pasa a ser nombrado Maestre de la Orden de Catalicio de los bienes y rentas de la Mesa Maestral de Calatrava, dentro de cuyo ámbito estaba la mina de Almadén.

EDAD MODERNA

La Edad Moderna se caracterizará por la creación de reinos progresivamente más centralizados y con mayores necesidades económicas lo que repercute en un mayor control de las minas por parte de la corona que se traduce en la promulgación de sucesivas legislaciones.

El inicio de este periodo puede fijarse en la caída de Constantinopla (1453) o en el descubrimiento de América (1492), lo que también coincidió aproximadamente con la invención y difusión de la imprenta tipográfica que revolucionó la transmisión de conocimientos. El final de esta época puede situarse tras la independencia de los Estados Unidos (1776) o en la Revolución francesa (1789).

En la Edad Moderna se vincularon los dos mundos que habían permanecido casi aislados desde la Prehistoria, el Nuevo Mundo (América) y el Viejo Mundo (Eurasia y África).

Durante este periodo histórico reciente también se registran variaciones climáticas significativas. La más importante fue la denominada “Pequeña Edad de Hielo”. En el Norte y zona central de Europa se extendió desde 1480 a 1850, alcanzándose las temperaturas mínimas durante el periodo 1675-1715, denominado Mínimo Maunder (Font Tullot, 1988).

Después de los siglos de dominio visigodo y musulmán, en 1387 Don Juan I, desde las Cortes de Briviesca, promulga una ley que tenía como objetivo estimular la minería. Esto provocó una avalancha de solicitudes aunque con escasos resultados. Esta normativa estuvo en vigor hasta el siglo XVI.

La temprana expansión moderna de la Europa colonial en los siglos XV y XVI hubiera sido imposible sin la minería. El hierro en forma de acero, cobre, plomo y otros metales fueron la base material sobre la cual descansaron la superioridad y el poder de Europa en el Nuevo Mundo. La expansión colonial en sí promovió también actividades mineras en las propias colonias, como el comienzo de la minería de plata en Potosí, Bolivia o en las minas de México, que se convirtió en el tesoro mineral de la temprana España moderna, haciendo crecer su posición de poder en Europa.

Siglos XVI y XVII

No fue hasta el siglo XVI cuando el argentum vivum obtenido en Almadén adquirió mayor importancia económica y estratégica para Corona Española. Por ello, al inicio del siglo XVI los monarcas Católicos deciden sustituir el régimen de alquiler de las minas mantenido por la Orden de Calatrava por una administración directa delegada en gobernadores.

Con la llegada de Carlos V comenzará una larga época de cesiones a acreedores extranjeros. En 1525 se inician los asientos de los banqueros alemanes Fuggers (llamados en España los Fúcares), período que acabará en 1645.

En 1554, dos españoles, Bartolomé de Medina y Mosén Boteller publican su método basado en la amalgamación que se aplica con éxito en las minas de plata de México en 1557 y posteriormente en muchos otros distritos argentíferos de América. Desde entonces el mercurio se convirtió en un ingrediente imprescindible para la explotación de la plata.

El 10 de enero de 1559, la Princesa Gobernadora Doña Juana en ausencia de su hermano Felipe II promulgó en Valladolid una Pragmática, anulando todos los permisos de las minas no trabajadas y mandando incorporar a la Corona y Patrimonio Real todas las minas que se descubrieran, las cuales podían buscarse y beneficiarse pagando impuestos y regalías (Villasante, 1919). Esta normativa fue complementada por otra dictada en 1563 dejando libre de cargas el plomo y demás minerales y metales. El efecto de estas disposiciones se materializó en la solicitud de gran número de registros mineros, lo que obligó a la promulgación de las Ordenanzas de Felipe II en 1584, que regirían con eficiencia hasta la Ley de Minas de 1825 de Fausto de Elhuyar.

Las concesiones y mercedes otorgadas indican un cierto interés sobre las comarcas mineras de Linares, Huelva, las Sierras de Almagrera y del Cabo de Gata en Almería, las Alpujarras, en Granada, así como sobre la Sierra de Sevilla y otras áreas de la Sierra Morena.

A partir de la segunda mitad del siglo XVI y durante el siguiente, la conquista americana y el descubrimiento de sus riquezas minerales desviarían en gran medida la atención y los esfuerzos hacia ese continente, lo que incidió negativamente en el desarrollo minero peninsular.

El yacimiento más relevante que arranca su trayectoria en esta época es el de plata de Guadalcanal, en la provincia de Sevilla, que empieza a trabajarse en el año 1555. A fines de 1556 se nombró Inspector General de las minas a Francisco de Mendoza. Cuando su primer responsable, Agustín de Zarate, dejó la mina a principios del año siguiente, se trabajaba a cuarenta metros de profundidad con grandes problemas de agua.

En 1564 se inicia una nueva fase explotadora a cargo del minero Francisco Blanco que en 1570 desvía un arroyo cercano en un intento de controlar el agua en la mina que por aquel entonces alcanzaba la profundidad de 130 metros. Diversos derrumbamientos y la imposibilidad de dominar las aguas, dieron al traste con la actividad minera en 1576. Tras numerosos y efímeros intentos de reactivación, no volvió a haber laboreo importante hasta el año 1632 que pasaron a manos de los Fuggers que las explotaron tan solo dos años debido a las importantes dificultades.

En 1556 Felipe II encargó a Francisco de Mendoza que realizase el reconocimiento técnico del antiguo distrito de Riotinto. Desde 1563 se comienzan a otorgar numerosos registros de plata, oro, plomo, cobre y otros metales en diversos términos de este distrito minero, entre los que destacan los correspondientes a El Alosno, Almonaster, Zalamea, Jabugo, Zufre y Aracena, en la provincia de Huelva; y Aznalcóllar, Castillo de las Guardas y Almadén de la Plata, en la de Sevilla.

Respecto a la Sierra de Gádor, en un documento redactado por Juan Falconi y fechado el 5 de mayo de 1607 se mencionan y describen las minas existentes en las localidades y sierras de Paterna del Río, Laújar de Andarax, Dalías, Berja y Jubiles, así como en Turón, en la vecina sierra granadina de La Contraviesa.

En la provincia de Málaga, en 1556, se otorgaban las primeras concesiones auríferas y argentíferas en la Serranía de Ronda sobre la que a finales del siglo XVII se solicitaban registros de cobre y plomo especialmente en término de Casares, así como en los montes de Nerja.

Respecto a los plomos del distrito de Linares- La Carolina, resultado de la modificación legislativa de 1563 dejando libre de cargas el plomo y demás minerales y metales, la minería de la zona de Linares se reactivó y a partir de 1565 se inician los registros, legalizándose hasta 1629 en Linares, 32 minas de plomo y de plata. También se debieron mantener activas determinadas minas en la zona de Almodóvar del Rio y Posadas, ya que en 1576 se ordena que todo el plomo necesario para la construcción de tejados y demás elementos del Monasterio de El Escorial se compre en Linares y Almodóvar.

A partir de la segunda mitad del siglo XVI el arte y el conocimiento de la industria minera y del beneficio de sus productos se desarrolla notablemente gracias a publicación de dos de las obras más influyentes en la materia.

En 1556 se publica la obra de Georg Bauer (latinizado como Georgius Agricola) titulada “De Re Metallica”. El libro De Re Metallica es una exhaustiva descripción de los métodos y técnicas utilizados en la minería y reúne el conocimiento de su tiempo sobre las materias relacionadas con los recursos minerales, desde la geología y mineralogía incipientes hasta los métodos mineros y metalúrgicos. Por su contenido se constituyó en la obra de referencia para el sector durante más de dos siglos.

Respecto a “El Arte de los Metales”, la obra magna de Álvaro Alonso Barba, nacido en Lepe en 1569, hay que destacar que se considera la única obra de química mineral y metalurgia realmente innovadora de todo el siglo XVII. Desde su primera edición en 1640 se convirtió en referencia obligada. El Arte de los Metales está dividido en cinco partes o "libros". La aportación más importante se encuentra en el tercer "Libro", "en que se trata del beneficio de los de Oro, Plata, y Cobre, por cocimiento", donde se describe el "método de cazo y cocimiento", especialmente adecuado para los minerales ricos en plata nativa y halogenuros de plata.

A finales del siglo XVII la minería andaluza se encuentra en un período de franca decadencia; el Estado labraba por su cuenta las minas de Guadalcanal, Riotinto y Linares, así como la de grafito de Marbella, mientras que unos pocos particulares trabajaban algunos veneros, fundamentalmente de plomo y cobre argentífero, en las provincias de Granada y Sevilla.

La pólvora, que fue descubierta por los chinos y se introdujo en Occidente en el siglo XIII con fines militares, especialmente en las luchas de los musulmanes con el Imperio Bizantino, se emplea en Europa para minería por primera vez en 1627, en la forma de pólvora negra, en las minas de Banská Štiavnica, de Hungría.

Siglo XVIII

El siglo XVIII no arranca con grandes cambios respecto al anterior en lo que se refiere a la actividad minera española en general.

A mediados de siglo el marqués de la Ensenada daba los primeros pasos para la enseñanza oficial de esta materia. Las enseñanzas de la Ingeniería de Minas se implantan en España por Real Orden de 14 de julio de 1777, reinando Carlos III, siendo la primera escuela del país la de Almadén, de 1777. El primer director es Cristóbal Storr, que introduce el empleo de la brújula de geólogo (Escamilla y Morelos, 2017).

Este período sigue estando caracterizado por una atención preferente a la explotación y beneficio de los recursos minerales en el Nuevo Mundo. Desde España el rey Carlos III trazó un ambicioso plan para llevar técnicos y expertos formados en la Escuela de Minas de Freiberg para que promovieran la minería en la Nueva España, y por Real Cedula de 1 de julio de 1776 se ordenó el establecimiento en México de un Real Tribunal General de la Minería (Ramírez, 1890; Flores, 2000). Este fue creado el 19 de enero de 1792, y su primer director fue Fausto de Elhuyar.

Gracias a una serie de adelantos tecnológicos, entre otros el empleo de la pólvora en las operaciones de arranque (en 1698 Miguel de Unda emplea la pólvora en Almadén, aunque su uso no se generaliza hasta 1703), o la llegada de la primera máquina de vapor aplicada tanto a la actividad extractiva y posteriormente al transporte de los materiales mediante la implantación del ferrocarril, unido a la mayor facilidad para la publicación y difusión del conocimiento escrito, todo lo cual facilita un resurgir de la actividad minera. En Almadén se comienza a instalar una máquina de vapor para el desagüe en 1787 (Jiménez Hernando, 2019) aunque la primera máquina de vapor para desagüe pudo haber sido la inventada por Jerónimo de Ayanz y Beaumont en 1606 y aplicada por él en Guadalcanal hacia 1611 (García Tapia y Carrillo Castillo, 2002). En 1725 el súbdito sueco Liberto Wolters Vonsiohielm obtuvo licencia para explotar las minas de Riotinto, así como las de Guadalcanal, Cazalla, Aracena y Galaroza durante el plazo de treinta años. Proyectó la formación de una compañía explotadora que acabaron siendo dos, una destinada a trabajar en Guadalcanal, y otra, en Riotinto. Los resultados fueron pobres y a su muerte, acontecida dos años después, su sobrino y heredero, Samuel Manuel Tiquet, continuó el privilegio, obteniendo en 1746 la renovación por otros treinta años. La nueva sociedad, bajo la gestión de Tiquet que no fue muy afortunada, acabó cargada de deudas. A su muerte en 1758, se hizo cargo de la dirección Francisco Tomás Sanz que hizo prosperar de tal modo el establecimiento que, al concluirse el privilegio de explotación, la empresa estaba saneada. La producción en esta época llegó a ser de 8.000 arrobas de cobre fino en algunos años. En 1776 se devolvió formalmente el establecimiento a la Real Hacienda, pero continuó al cargo Sanz hasta que en 1787 fue sustituido por Francisco Angulo. Bajo su dirección se estableció la cementación natural, alcanzándose producciones de 20.000 arrobas de cobre en algunos años. A partir de 1799 comienza una nueva decadencia. La producción total del establecimiento a lo largo del siglo XVIII se estima en 390.254 arrobas castellanas de cobre afinado, equivalentes a 22.680 toneladas, entre 1751 y 1799.

Respecto a las minas de plata de Guadalcanal, una compañía francesa volvía a intentar el beneficio en 1768. La falta de resultados favorables, tras una inversión estimada en 80.000 ducados, obligó a la compañía a contratar en 1775 los servicios del perito sajón Juan Martín Hoppensak que fracasó como consecuencia de las dificultades del desagüe, paralizándose la actividad en 1778.

En la primera mitad del siglo XVIII el administrador de Linares, Pedro Núñez de Quirós, propuso al Gobierno que las minas fuesen laboreadas por el Estado ya que los mineros particulares no disponían de los capitales necesarios para realizar el desagüe. Se eligió acometer trabajos en el filón de Arrayanes considerado como el más idóneo por su abundancia así como por la facilidad que ofrecía la topografía para el desagüe. El 1 de agosto de 1749 comenzó a trabajarse Arrayanes por cuenta del Estado arrancando con ello la historia moderna de este establecimiento. Entre 1750 y 1760 se extrajeron de esta mina 23.036 toneladas de minerales (Gutiérrez Guzmán, 1999). En conjunto, la producción de Arrayanes, desde que en 1749 se hiciera cargo el Estado hasta final de siglo, fue del orden de 11 millones de arrobas de minerales.

La minería de plomo de la Sierra de Gádor no tuvo un intenso beneficio durante el siglo XVIII salvo en su último lustro. Las minas de la zona de Berja y Dalías, principales núcleos productores, no volvieron a laborarse hasta 1795. La producción de plomo metal obtenida en la Sierra de Gádor de 1796 a 1799 fue de 269.000 quintales métricos, para cuyo beneficio se arrancaron 542.443 de mineral. Respecto a las minas de Alquife, en esta época la propiedad pasó al marqués de Zenete, que mantuvo la minería descapitalizada con apenas producción.

El inicio de la minería industrial del carbón en España se produce en 1769-1770 con la explotación continuada en la cuenca Central Asturiana, alentada por los ilustrados de la época con el ánimo de hacer progresar económicamente al país. Durante más de dos siglos Asturias ha sido la mayor productora de hulla del país aportando entre el 50 y el 70% del total nacional.

La instalación de la máquina de vapor en Almadén en 1787 creó la necesidad de encontrar carbón en sus cercanías. En 1788 Francisco Carlos de la Garza, comisionado por el Consejo de Estado, descubrió las primeras vetas de carbón en Espiel (Córdoba) y José Simón de Lillo, Teniente Visitador de Montes de las minas de Almadén, denunció la primera mina en la aldea de Peñarroya. La explotación comenzó en 1790 y estuvo en funcionamiento, de manera intermitente, hasta 1799. Esta primera experiencia sentó las bases para el renacer de la cuenca carbonífera del Guadiato a partir de 1845 favorecida por la llegada del ferrocarril y su uso en la metalurgia del plomo (Jiménez Hernando, 2019).

La Revolución Industrial o Primera Revolución Industrial se inició en la segunda mitad del siglo XVIII en Gran Bretaña, se extendió a gran parte de Europa occidental y América anglosajona, y concluyó entre 1820 y 1840. Durante este periodo se vivió el mayor conjunto de transformaciones económicas, tecnológicas y sociales de la historia de la humanidad desde el Neolítico y mantuvo una estrecha relación con la actividad minera.

EDAD CONTEMPORÁNEA

El Siglo XIX

El sector minero de exportación que empezó a desarrollarse en España a partir de 1820 se convirtió a partir del último tercio del siglo y hasta la Primera Guerra Mundial en el primero del mundo para las materias minerales no energéticas (Escudero y Pérez de Perceval, 1994).

Los efectos económicos de este auge son dispares. En el Sur, andaluz o mediterráneo, la actividad minera apenas tuvo efectos potenciadores del resto de la economía. En el País Vasco, sin embargo, la exportación de hierro sirvió de base a la industrialización regional. Se suele argüir que la explotación del hierro es más industrializante que la del plomo, aunque es más lógico pensar que la preexistencia de un tejido empresarial consolidado, como ocurría en la zona vasca, fue el favorecedor de esos efectos positivos (Chastagnaret, 1994).

En 1825 se promulga la Ley de Minas debida al ingeniero Fausto de Elhuyar que fue el primer instrumento que impulsó el renacimiento minero en España. Sin embargo, su falta de operatividad hizo precisa la publicación de sucesivas leyes con modificaciones hasta la Ley de 1868 que se mantendría casi intacta hasta la de 1944.

Sobre la Ley de 1868 hay, entre los especialistas, dos posturas enfrentadas (Chastagnaret, 1994). La Ley minera de 1868, en opinión de los pesimistas, originó una colonización del sector por capitales foráneos con efectos negativos. En opinión de los optimistas, esta legislación produjo efectos de arrastre sobre la industria de explosivos, los ferrocarriles, los puertos y la marina mercante así como una importantísima acumulación de capital minero en Vizcaya con el que se financió la industrialización del Señorío de Vizcaya (Escudero y Pérez de Perceval, 1994).

Respecto al consumo minero, la mayor parte de los equipos internos o externos de las minas fueron importados del extranjero, salvo rarísimas excepciones, un poco más numerosas al principio del XX, como la del material ferroviario de la compañía de Sierra Menera. Pero, aun en este caso, las locomotoras eran inglesas. Las casas españolas se ven reducidas a la representación de material extranjero. La única excepción notable es la dinamita, producida en fábricas cantábricas bajo patente Nobel (Chastagnaret, 1994).

Por otro lado, a lo largo del siglo XIX se concatenan diversos factores negativos que dificultan el buen curso del sector extractivo. En primer lugar, la Guerra de la Independencia que finaliza en 1814. Después, en 1834 se registra una epidemia de cólera morbo que redujo la mano de obra. A ello se sumaron las Guerras Carlistas, cuya finalización ocurre en 1839. Todo el siglo XIX se vio salpicado de conflictos políticos, internos y externos, incluyendo los generados por la independencia sucesiva de las colonias americanas que culminaba en 1898 con la pérdida de Cuba.

Un avance definitivo que viene a potenciar el desarrollo minero en la segunda mitad de la centuria es la implantación de los ferrocarriles que, en sus principios, con frecuencia estaban planteados como asistencia a la minería siendo común la existencia de socios y promotores coincidentes, en general extranjeros, e importadores de las tecnologías de las que el país carecía (Comín, 1999).

Este hecho, entre otros, unido a la falta de recursos propios, provocaron una fuerte penetración del capitalismo europeo en la industria española, en general, y muy en particular, en la extracción de los recursos minerales que la intensa expansión industrial del continente necesitaba. A título de ejemplo es destacable el nacimiento durante el último tercio del siglo de dos empresas que con el tiempo llegarían a constituir dos de las más señaladas multinacionales del ramo minero y que ostentan la denominación de sendas localidades andaluzas: Riotinto y Peñarroya, de capital inglés y francés respectivamente.

La Ley de 1825 marca el despegue minero de la Sierra de Gádor. Estas minas iniciaron su actividad a escala industrial en 1814 pero el mineral había que venderlo obligatoriamente a precios fijados por el Gobierno a las fundiciones estatales situadas en las localidades de Presidio de Andarax y Alcora en la provincia de Almería y en Turón en la de Granada. Al declarar la nueva ley la libertad de fundición, aumentó la producción llegando en 1827 a 800.000 quintales de mineral procedente de los más de 4.000 pozos abiertos en la sierra.

Esta superproducción de plomo produjo una bajada en su cotización del orden del 33%, lo que obligó al cierre de numerosas minas europeas e incluso nacionales. Entre 1795 y 1841 y sólo en el término de Berja se trabajaban 2.100 minas, de las que 300 daban plomo en mayor o menor cantidad; la más conocida era la denominada mina de Berja, situada en la loma del Sueño, que venía trabajándose desde 1797 y que fue mandada parar por orden del Gobierno en 1801, como consecuencia del exceso de producción, hasta 1817 en que se firmó un contrato con la Real Hacienda para reanudar su explotación que ya no cesaría hasta 1850, habiendo producido desde 1820 a 1841 un total de tres millones de arrobas.

La producción de plomo metal en la Sierra de Gádor entre los años 1800 y 1879 fue de 13.156 millones de quintales métricos que, al precio medio de 31 reales el quintal, supuso un valor de la producción minera superior a 400 millones de pesetas de aquella época. En 1878, la crisis de los mercados de plomo provocó la parada de trabajos en los principales centros productores.

El primer intento serio de tecnificar y de concentrar los procesos de fundición de los minerales de la Sierra de Gádor es el protagonizado por la Casa Rein y Cía., con la construcción de la fábrica San Andrés en Adra. La fundición San Andrés, a la quiebra de la casa Rein, fue adjudicada en 1833 a la sociedad inglesa Collman, Lambert & Co. que a su vez la traspasaba en 1837 al industrial Manuel Agustín de Heredia, que poseía otras fábricas y cuya actividad proseguirán los herederos hasta finales del XIX. El conjunto de instalaciones fabriles existentes monopolizó el mercado del plomo de la sierra y alcanzó un alto nivel tecnológico.

Sobre el distrito de plomo de Sierra Almagrera, en el límite oriental de la provincia de Almería, el primer descubrimiento se produjo en 1839 con el hallazgo del llamado filón rico de Almagrera. En el período comprendido entre 1839 y 1845 se registraron 17.600 minas de las que al poco se abandonaron el 90%. En 1844 el número de minas ascendía a 1.826 de las que tan sólo 61 eran productivas y al año siguiente se beneficiaban 80 de las 2.259 demarcadas.

A partir de la década de 1870 se inicia la aparición de compañías extranjeras en el sector de fundición de plomo y de la minería del plomo y la incipiente del hierro. Entre ellas destacan la empresa alemana Stolberg y Westfalia y la Compagnie D'Aguilas, vinculada a la casa Rothschild.

La producción de plata se había visto potenciada en la comarca con el descubrimiento en 1869 del yacimiento de Herrerías, cuyo primer explotador fue Francisco Soler Flores. En conjunto, las minas de Herrerías produjeron 50 millones de francos en plata en el periodo comprendido entre 1870 y 1885.

Mina de Arrayanes, en el distrito de Linares (Jaén), imagen datada en la década de 1910. Fuente: Junta de Andalucía.Hacia mediados del siglo se inicia en Sierra Almagrera el interés por el mineral de hierro. En 1858 se constituía la sociedad Ramón Orozco y Cia., que construyó la fundición de hierro San Ramón, en Garrucha, con un horno alto que arrancaba en 1860 alimentado con minerales de Garrucha, Pulpí, Mojácar, Carboneras y Sédar, y que en 1864 cerraba su actividad como consecuencia de las dificultades de abastecimiento de hulla y del coste del transporte.

El auténtico arranque de la minería de hierro en la zona se produce en el último tercio del siglo, coincidiendo con el languidecimiento y práctica extinción de la época del plomo, siendo la primera actividad de envergadura la promovida por Guillermo Huelin, en la corta Santa Matilde, en Herrerías. La producción total de mineral de hierro de la Sierra Almagrera, desde los inicios de la explotación en 1865 hasta el final del siglo, fue del orden de 370.000 toneladas.

La entrada del capital vasco en la minería del hierro almeriense tiene lugar en 1895 de la mano de Víctor Chavarri. Por estas fechas también se constituyó la Compañía Minera de Sierra Alhamilla. La presencia de estas compañías motivó un espectacular incremento de las cifras de mineral de hierro en esta área. Así, superada la cifra de 100.000 toneladas anuales en el quinquenio 1890-1894, durante el siguiente se llegarían a alcanzar las 300.000 toneladas.

En Rodalquilar la actividad más importante se inicia a finales del siglo XIX ya que en ese momento renace el interés por los yacimientos metálicos del Cabo de Gata, explotándose los de plomo y plata, y en menor medida, los de cobre y cinc. En 1883 se descubre oro en la mina Las Niñas, situada en el barranco del Lobo, a menos de un kilómetro del pueblo de Rodalquilar.

El beneficio de los minerales de níquel de la Serranía de Ronda se remonta a 1840, si bien en 1825 se habían solicitado los primeros registros en Carratraca. El industrial malagueño Juan de Salas asociado al cónsul inglés reanudó dicha explotación que se mantuvo activa con resultados variables hasta 1848, año en el que se descubrieron nuevas minas, siendo uno de los principales promotores mineros de la zona Jorge Ardois. El mineral, tras su tratamiento para enriquecerlo en pequeñas fábricas, era expedido fundamentalmente con destino a Inglaterra.

En la provincia de Córdoba uno de los distritos más importantes en cuanto a producción de plomo fue el Valle de los Pedroches con algunas minas en términos de Alcarcejos y Villanueva del Duque. Pero el desarrollo de este distrito ocurre en la última década, en la que comienzan a actuar diversas empresas dotadas de medios suficientes para acometer los trabajos a gran escala; así, por ejemplo, en 1891 la Societé des Mines et Usines D'Escombreras-Bleyberg inicia los trabajos en la mina Triunfo de Villanueva del Duque y en Alcaracejos.

La cuenca carbonífera cordobesa de Peñarroya- Bélmez-Espiel se explotaba a pequeña escala durante los primeros años del siglo XIX por parte de herreros locales y para producir pequeños envíos a Almadén. Mediado el siglo la cuenca proporciona algunos millares de toneladas con destino a las fundiciones de plomo de Linares y otras de las cercanías de Córdoba.

El primer planteamiento serio de explotación integral de esta cuenca, en conexión con el desarrollo industrial y de los ferrocarriles locales, se produjo en 1860 por parte de la Fusión Carbonífera y Metalífera de Bélmez y Espiel, cuya trayecto ria duró hasta 1868 en que fue absorbida por la Sociedad Carbonera Española.

Las primeras producciones de carbón en las estadísticas oficiales se refieren a los años de 1861 y 1862, con valores respectivos de 12.981 y 11.071 toneladas. Como consecuencia de la entrada en servicio del ramal férreo de Bélmez a Almorchón, se inicia el envío del carbón a las fundiciones del distrito de Linares y en 1875, la producción anual rondaba la cifra de 75.000 toneladas (Parejo et al., 2005).

Charles Ledoux iniciaba las gestiones que culminarían en 1881 con la creación de la Societé Minière et Métallurgique de Peñarroya, tras el convenio firmado entre la Societé Houllière et Métallurgique de Bélmez y la casa Rothschild. La Societé Houllière et Métallurgique de Bélmez se ocuparía del sector carbonero y la Societé Minière et Métallurgique de Peñarroya de la minería y metalurgia metálica fundamentalmente plomífera. Estas empresas coexistieron hasta 1893 cuando se produjo la fusión de ambas, siendo conocidas en el sector como Peñarroya.

En cuanto al plomo de la cuenca de Cartagena, entre 1821 y la entrada en vigor de la ley de 1868, fueron empresas españolas las que explotaron los yacimientos periféricos de las sierras de Gádor, Almagrera y Cartagena. La producción fue notable y generó unos ingresos de más de tres mil millones de reales, cifra superior al valor de las exportaciones de mineral de hierro vasco entre 1881 y 1913 (Escudero y Pérez de Perceval, 1994).

Respecto a los plomos de Linares, la Guerra de la Independencia favoreció un periodo de semiabandono entre 1800 y 1812, y el paro total de la actividad por falta de recursos hasta 1817 (Gutiérrez Guzmán, 1999).

En 1822 Fernando VII ordena el desestanco de la producción de plomo en Arrayanes y Linares, aunque los precios del metal siguieron fijados a la baja por Hacienda lo que perjudicó la producción del Distrito debido a sus elevados costes de extracción y la lejanía de puertos de embarque para su venta. El precio del plomo en el extranjero era elevado, lo que favoreció la explotación de las galenas de las Alpujarras, de menor coste extractivo y cercanas al puerto de Adra para su exportación.

A partir de 1850 se produce el gran impulso de la minería del Distrito Minero de Linares-La Carolina debido, primero, al agotamiento de las minas de la Sierra de Gádor, en Almería y por otro lado, a la introducción de la tecnología de la máquina de vapor para el accionamiento de las bombas de achique del interior de la minas.

El yacimiento de Pozo Ancho cerca de Linares arranca su historia en 1832 cuando Gaspar de Remisa inicia los trabajos en el criadero conocido como de La Cruz formado por 6 concesiones, las cuales recibirían el nombre de Pozo Ancho más adelante. A pesar de ser el segundo filón más rico después de Arrayanes, los problemas de agua hacen que el marqués de Remisa abandone la explotación (Gutiérrez Guzmán, 1999).

En 1843, poco antes de que Pozo Ancho fuera abandonada, una comisión de técnicos ingleses de la Agencia Taylor envía al ingeniero Duncan Shaw, que puso su atención en este filón situado 500 m al Oeste del de Arrayanes. Ante los informes positivos de Shaw se crea, en Londres, The Linares Lead Mining Company Limited, para la explotación de Pozo Ancho, cuyas concesiones fueron compradas y registradas a nombre de la Sociedad, instalando en 1849 una máquina de desagüe accionada por vapor. La mina se encontraba inundada hasta los 30 metros.

El éxito inglés fue tan rotundo como inmediato. En 1852, todavía sin haberse extendido demasiado las labores en longitud, la producción fue cuatro veces superior a la de diez años antes con Remisa.

Esta operación expandió rápidamente el uso la máquina de vapor para el desagüe y la extracción, pasando el Distrito de producir 18.000 t de mineral de plomo en 1861 a más de 100.000 a finales de siglo (Gutiérrez Guzmán, 1999).

La crisis del plomo de 1878 determina el cese de explotaciones menores y la búsqueda del abaratamiento de costes como el gasto en combustible. En el Distrito Minero de Linares-La Carolina esto supuso un interés estratégico sobre la hulla de la cuenca cordobesa del río Guadiato, origen del carbón usado en las fundiciones de plomo.

Los acuerdos entre Peñarroya y la Societé Houllière et Métallurgique de Bélmez, explotadora de las principales minas de carbón de la zona permitieron el abastecimiento asegurado de las fundiciones. La fábrica cordobesa de Peñarroya se abastecía de minerales de plomo de Linares, Ciudad Real, Badajoz, etc., llegando a ser a finales del siglo, la más importante del país. En 1893, con la fusión entre Peñarroya y la sociedad hullera y la adquisición del patrimonio minero de Ferrocarriles Andaluces, Peñarroya logró aumentar su control sobre la producción de plomo. En su proyecto de expansión fue absorbiendo las principales sociedad productoras como Sopwith, Escombreras Bleyberg y Figueroa, consolidando poco antes de la Primera Guerra Mundial su control sobre más del 60% de la producción de plomo de España.

En cuanto a Arrayanes, el Gobierno Constitucional crea en 1825 la Dirección General de Minas, de la cual es nombrado como primer director Fausto de Elhuyar, el cual firma un contrato de asociación para la explotación de Arrayanes con el empresario catalán Antonio Puidullés por un periodo de 20 años, comenzando a primeros de 1830. En 1836 se habían producido tantos problemas que la situación degenera en una parada de las actividades durante 5 años. Los resultados fueron desastrosos para el ya lamentable estado de la mina debido a la explotación codiciosa y de rapiña realizada en esos últimos años por Puidullés.

Entre 1850 y 1869 la mina se explota nuevamente por el Estado. A finales de 1869 la mina se arrienda a José Genaro Villanova. La gestión de Villanova fue cuidadosa y mejoró notablemente la zona de explotación del filón así como las operaciones industriales y las instalaciones de producción y anexas, destacando los modélicos talleres de mantenimiento.

Villanova también construyó el pozo San José, con boca de 4x3 m, siendo el de mayor sección de Arrayanes y uno de los más importantes de Linares. En él se instaló la mayor máquina de desagüe de aquellas fechas, con 250 CV de potencia.

Con José Genaro Villanova la mina de Arrayanes fue explotada de manera racional y ordenada por primera vez en su historia y dejó de ser una carga para el Estado. En los 22 años de gestión de Villanova se extrajeron unas 195.000 toneladas de mineral con un promedio de 9.700 t por año (Gutiérrez Guzmán, 1999).

A principios del siglo XIX las minas de Riotinto se encontraban paralizadas debido a la invasión napoleónica. Finalmente, en 1827, se decide sacar el arriendo a subasta y son concedidas al año siguiente a Gaspar Remisa. Pero a pesar de los buenos augurios, la explotación de las minas durante los 20 años de este arrendamiento fue tan nefasta que la Diputación Provincial llegó a solicitar del Gobierno la revocación del contrato. Se decide finalmente convertir las minas de Riotinto en una empresa estatal. Se introduce el procedimiento de la cementación para obtención de cobre y se inicia así una etapa de débil recuperación en la segunda mitad del siglo XIX, pero sin buenos resultados económicos.

El 25 de julio de 1870 se dictó una ley aprobada por las Cortes Constituyentes para la venta del establecimiento de las minas de Riotinto. Realizada la tasación del patrimonio minero por parte de la Comisión nombrada al efecto, se llegó a la cifra total de 104.357.769 pesetas, de las que algo más de 103 millones correspondían al criadero. Anunciada la subasta por esa cantidad quedó desierta por dos veces y autorizado el Gobierno para enajenarlas sin más formalidades, las adjudicó el 14 de febrero de 1873 por la suma de 3.850.000 libras (92,8 millones de pesetas), a la casa Matheson & Co. de Londres, dedicada al negocio bancario.

Este fue el inicio de la historia moderna de Riotinto. Los Matheson crearon la compañía inglesa Riotinto Company Limited de la cual Hugh Matheson fue el primer presidente.

Las primeras actuaciones de Riotinto Company Ltd. incluyeron la construcción de un muelle de embarque en el puerto de Huelva y el tendido de un ferrocarril de 85 km de longitud que conectó las minas con el puerto. De este modo se resolvieron los dos principales problemas que obstaculizaban la rentabilidad de Riotinto, el transporte y embarque. Tras el ferrocarril se acometió el establecimiento de la Fundición de cobre, con lo que la compañía entraba de lleno en su negocio principal, el beneficio del cobre.

Para el aprovechamiento de la pirita en Riotinto, entre 1889 y 1929 se construyeron dos fábricas de ácido sulfúrico por el procedimiento de cámaras de plomo que dieron origen a las industrias del sulfato de cobre y los fertilizantes fosfatados. Respecto a Tharsis, en marzo de 1853 Ernesto Deligny, con el encargo del duque de Glucksbiergde para valorar la compra de minas para su puesta en explotación en la zona, realizaba una visita a las minas de Riotinto y alrededores, llegando también a las antiguas minas que existen en el distrito de El Alosno, todas ellas en completo abandono. Inmediatamente reconoció las posibilidades y realizó sobre ellas un total de veinticuatro registros. Fue Deligny el que bautizó como Tharsis a las minas del término de El Alosno, nombre que ha perdurado en el tiempo.

En 1856 nace la Compagnie des Mines de Cuivres de Huelva que explotaría la pirita cobriza que se transportaba a Huelva para su exportación. Poco después Tharsis producía de 8.000 a 9.000 toneladas de minerales al mes. Los trabajos se desarrollaban en Filón Sur y Sierra Bullones.

En 1866, Deligny abandona la explotación, la compañía francesa comienza a declinar, y el conjunto de minas es alquilado el 29 de abril de 1867 y posteriormente vendido a la empresa británica The Tharsis Sulphur and Copper Company Limited.

Entonces los trabajos se desarrollaban en el Filón Sur, Filón Centro, Sierra Bullones y Corta Esperanza, además de en La Zarza, propiedad de la misma compañía.

En 1866 comienza una etapa que abarca hasta 1905 durante la cual The Tharsis Sulphur & Copper Company Limited acomete la construcción de un ferrocarril en 1871, que uniendo la mina de Tharsis con el muelle de embarque, fue el segundo construido en la provincia de Huelva y tuvo unos 47 km.

Desde 1857 hasta final de siglo, en el grupo Tharsis se extrajeron un total próximo a los 12 millones de toneladas de mineral y en el de La Zarza, desde 1859, una cifra superior a los cuatro millones de toneladas.

El antiguo yacimiento de Aguas Teñidas estuvo abandonado hasta que la sociedad francesa Compagnie des Cuivres D’Aguas Teñidas retoma la explotación en 1886, continuando hasta considerarla agotada a finales de siglo.

La explotación contemporánea de Aznalcóllar comienza a partir de 1876 cuando la compañía The Seville Sulphur and Copper Co. Ltd., empezó la explotación de una amplia corrida de lentejones de pirita que se extendía a lo largo de 850 m, con una potencia acumulada de 60 m y conocida hasta los 300 de profundidad. La explotación fue parcial e incompleta, llegándose sólo a los 100 m de profundidad. Esta compañía inglesa cesó su actividad en la década de los años 50.

Respecto a las minas de plata de Guadalcanal, en 1806 se continuaban los trabajos, así como en Cazalla de la Sierra, por cuenta de Juan Martín de Hoppensak que las había tomado en arriendo en 1796. Tras un periodo de suspensión, en la década de 1840 se reanudaron las labores por parte de una compañía británica la cual las abandonó en corto plazo.

La actividad en las Minas de Cala a finales del siglo XIX está a cargo de la empresa Companhia Portugueza das Minas de Cala, fundada en 1881 y que centró su actividad en la explotación del cobre. La galería principal se llamaba socavón La Domineza y se situaba 80 metros por debajo de las galerías romanas. Las leyes de cobre alcanzaron entre el 7% y el 8%. La explotación pasó después a manos de una empresa inglesa llamada The Cala Mines Syndicate Limited, que explotó cobre. Esta empresa estaba domiciliada en Manchester y el 17 de agosto de 1900 vendió sus derechos a Francisco Martínez de Rodas (conde de Rodas), representante de la empresa Sociedad Anónima Minas de Cala, con domicilio en Bilbao.

En el cuadrante Noreste de la Península, con la utilización de la pólvora en Cardona se abandonó en el siglo XVIII la explotación de sal a cielo abierto en este yacimiento. Precisamente la riqueza en sales potásicas de Cardona (Font, 2005), facilitó la producción de pólvora a partir del salitre, teniendo las fábricas de Manresa entre los siglos XVIII y XIX una importancia fundamental en el desarrollo industrial de la comarca (Plans, 2009 y Genera y Ayarzagüena, 2018).

En cuanto al carbón asturiano, la primera etapa en la historia de su producción va de fines del siglo XVIII hasta aproximadamente 1835 (Coll, 1982). Los yacimientos españoles de carbón son inclinados, discontinuos, delgados y con poca consistencia. Esto elevaba los costes medios al extraerse poca producción útil en relación a la de estériles o al hacerse difícil la mecanización del laboreo. Por otro lado, la escasa consistencia de las capas hacía que abundaran los menudos. A ello hay sumar factores como la ausencia de una oferta mayorista dada la estructura minifundista de las explotaciones; la inexistencia de medios de transporte durante largo tiempo y luego las altas tarifas ferroviarias; los elevados fletes de cabotaje; y también una escasa demanda en el mercado interno del país. Debido a todo ello el resultó competitivo frente al británico (Escudero y Pérez de Perceval, 1994).

La Guerra de la Independencia (1808-1814) provocó la total paralización de la producción de carbón asturiano hasta la segunda década del siglo XIX. Se sabe que en 1828 se exportaban desde Gijón 3.700 toneladas de carbón. El verdadero desarrollo de la minería asturiana llega de la mano de la Real Orden de 1829 que trata de promover la explotación de carbón de hulla. En 1836 se exportan desde los puertos de Gijón, Avilés y Villaviciosa unas 12.700 toneladas de carbón.

También por esta época Alejandro Aguado funda la Sociedad de Minas de Siero y Langreo, que en 1838 consigue 50 concesiones y construye la Carretera Carbonera de Langreo a Gijón terminada en 1842.

El ferrocarril de Langreo a Gijón se inaugura en Agosto de 1853 pudiendo transportar unas 103.000 toneladas anuales mientras que la Carretera Carbonera llegaba a las 34.000 t; esto supuso el ascenso de la producción. En 1850 se exportan 60.000 toneladas, mientras que en 1860 se llega a 170.000, en 1870 son 360.000 y 620.000 en 1890.

En 1857 la Fábrica de Mieres fue vendida al francés Numa Guilhou, quien, en 1861, también compró las minas de Langreo y creó la Societè Huollière et Métallurgique des Asturies. Así pasó a ser la mayor empresa minera local con una producción de 142.000 toneladas.

Respecto al hierro en la zona Norte, la historia industrial del hierro vizcaíno comienza tras el proceso de privatización de las minas posterior a la Primera Guerra Carlista. En el Señorío de Vizcaya la burguesía local supo aprovechar la oportunidad de la demanda extranjera, principalmente británica, para participar en la explotación minera y en sus beneficios, lo que generó una importante acumulación de capital, mientras que en otras zonas productoras como la Andalucía y Murcia, la mayoría de los beneficios pasaron a empresas extranjeras.

Según González Portilla (1974, 1977, 1988), la explotación de las minas de Somorrostro en Bilbao originó tres excelentes resultados. En primer lugar fomentó el desarrollo de la marina mercante española ya que los navieros vascos transportaron la mayoría del mineral. Por otro lado, González Portilla estima que un 65% de los beneficios, alrededor de unos 800 millones de pesetas, quedó en manos de la burguesía bilbaína, lo que propició la industrialización de la región.

Sin embargo, Antonio Escudero (1988 y 1990) pone en duda estos beneficios y sostiene que la flota vasca transportó durante el último tercio del XIX tan solo el 10% del mineral; afirma que las ganancias fueron según sus estimaciones de 400 y no de 800 millones de pesetas y tiene en cuenta que, si bien el capital minero contribuyó a financiar la industria del Señorío, la mayoría de la inversión provino de capitales comerciales, de la autocapitalización de la provincia, de capitales madrileños y de capital colonial repatriado (Escudero y Pérez de Perceval, 1994). En este mismo sentido, Chastagnaret (1994) señala que una gran parte de los capitales invertidos fueron ajenos a la minería vasca.

En el establecimiento minero de Almadén en 1799 se crean el pozo San Teodoro y San Aquilino, a la vez que se instala la máquina de vapor para efectuar el desagüe.

Por real decreto de 4 julio de 1825, el establecimiento de Almadén pasa a formar parte de la Dirección General de Minas. Cuando los mercados de ultramar se paralizaron debido a la insurrección de aquellas naciones el Gobierno Español se plantea enajenar los azogues en pública subasta, inaugurándose así una nueva etapa en 1830, que continuaría en 1835 con la llegada de la Casa Rothschild.

El primer contacto con la casa Rothschild fue en 1833. El verdadero interés de los Rothschild estaba en la comercialización del mercurio de Almadén, ya que para ellos representaba un bien imprescindible ligado a sus negocios mineros de metales nobles. Por estas fechas los Rothschild ya explotaban las famosas minas de Idria. Cuando el gobierno saca los azogues a subasta en 1835, la proposición más ventajosa fue la de Lionel Natham de Rothschild. Con este contrato del 7 de mayo de 1835 los Rothschild conseguían el monopolio del mercurio en el mundo. Los resultados fueron inmediatos, el azogue que los Rothschild compraban en Sevilla a 54 pesos fuertes el quintal, era vendido en Londres entre 76 y 80 pesos y en México a más de 150 (Martín Martín, 1981).

En 1847 estalló una crisis comercial del mercurio que hundió las ventas del azogue cuya causa fundamental fue el descubrimiento del yacimiento de New Almaden en California. En diciembre de 1849 el gobierno organizó una subasta y en enero de 1850 se adjudicó a los Rothschild, con unas condiciones acordes con el estado del mercado. Entre 1850 y 1860 aproximadamente, la Hacienda controló la comercialización directa del mercurio. En 1866 la nueva necesidad de fondos obligó al gobierno a recurrir a los Rothschild en demanda de un nuevo anticipo, con lo que se reanudaba un sistema de venta de azogue por intermediario que duraría 55 años ininterrumpidos.

La historia del cinc es en lo fundamental la historia la Compagnie Royale Asturienne des Mines, que pasa a denominarse Real Compañía Asturiana de minas a principios del XX. Esta empresa, de capital principalmente franco-belga, fue la principal productora de mineral de cinc en España.

Sólo una pequeña parte de la producción se utilizaba en la fábrica asturiana de Arnao con destino al mercado español. La mayor parte era exportada hacia la fábrica de la compañía, en Auby, en el Norte de Francia (Chastagnaret, 1994). La empresa precursora fue la Real Compañía Asturiana de Minas de Carbón, que explotaba las minas de Arnao y Santa María del Mar, cerca de Avilés, en Asturias. Los carbones del yacimiento no eran apropiados para la siderurgia, por lo que en mayo de 1851 el ingeniero Jules Hauzeur presentó un informe proponiendo la instalación en Arnao de una fundición de zinc, y así aprovechar el carbón de las minas.

En Asturias, el establecimiento de la Real Compañía Asturiana de Minas a mediados del siglo XIX permitió difundir técnicas modernas de extracción y empezar a emplearlas en la Cuenca Central. En 1846, un observador pudo escribir que en las minas de Asturias, “se hablaba belga” (Chastagnaret, 1994).

En León, este último tramo del siglo marcó el inicio del desarrollo de la minería del carbón. Aunque el desarrollo fue temprano, especialmente en la zona de Sabero, explotada ya desde 1841 por la sociedad Palentino-Leonesa, la realidad es que la falta de sistemas baratos de transporte retrasó el arranque hasta la apertura en 1894 del ferrocarril de vía estrecha La Robla- Valmaseda. En 1859, solo había cuatro empresas, la Palentina-Leonesa, el Crédito Mobiliario Español, La Ventajosa y la Sociedad Leonesa-Vallisoletana. Las grandes compañías, con capital vasco, se crearán favorecidas por el ferrocarril de la Robla. Hulleras de Sabero y Anexas S.A. se constituiría en Bilbao en 1892. En 1900 producía más de 70.000 t, y 100.000 t en 1906. En 1928 fue comprada por la Compañía del Ferrocarril de la Robla para su aprovisionamiento, que la vendió en 1965. La S.A. Hullera Vasco-Leonesa, se constituyó en 1893 en Bilbao, siendo concesionaria de la capa de hulla más potente de España, la famosa “Pastora”, en la cuenca Ciñera-Matallana al Norte de León, con potencias reales entre 7 y 20 m y aparentes de hasta 100 metros.

Este siglo también es el marco en el cual se encuadra el descubrimiento del Filón Rico de Hiendelaencina (Guadalajara), una de las minas de plata más importantes de España. El punto de partida es el hallazgo en 1844 de plata en las cercanías del pueblo. Posteriormente se forma la primera sociedad constituida en Santa Cecilia por sacristanes, maestros, el cura de Ledanca, varios funcionarios y el administrador del duque del Infantado.

Alrededor del Filón Rico, de unos escasos 3 kilómetros de longitud, se constituyeron hasta 24 sociedades anónimas y funcionaron una docena de explotaciones. Alternaron épocas doradas entre los años 1871-76 y 1898-1916 con otras de decadencia como la ocurrida entre 1916 y 1926.

EDAD CONTEMPORÁNEA

Siglo XX y XXI hasta la actualidad

El primer tramo de este período se desarrolla bajo una gran demanda de recursos minerales por parte del mercado europeo, muy especialmente en los años que anteceden a la Primera Guerra Mundial (1914-1918), estimulando principalmente la minería del plomo, el cobre, el hierro y el carbón.

La decadencia de la minería después de 1913 ha sido tradicionalmente vinculada al agotamiento de los criaderos. Escudero y Pérez de Perceval (1994) afirman que, en el caso del mineral de hierro y de las piritas, la causa primordial de su decadencia fue el desplome de la demanda internacional como consecuencia de los cambios tecnológicos inducidos por la Primera Guerra Mundial tales como el empleo de chatarra en la fabricación del acero, los nuevos métodos de fabricación de fertilizantes y la obtención de azufre y ácido sulfúrico a partir del yeso y el gas natural. A ello hubo que sumar la profunda depresión internacional de 1929.

Este escenario de crisis se agravó aquí con el inicio de la Guerra Civil, que alteró o suspendió las labores mineras en todo el país, dejando una maltrecha economía minera ante la llegada de la Segunda Guerra Mundial y sus consecuencias. El notable número de empresas extranjeras que se habían establecido en nuestro territorio al amparo de la Ley de Minas en 1868 abandonan a lo largo de esta primera parte del siglo sus negocios llevando el sector a una época de decadencia general.

El sector comienza pues el siglo con cierto auge productivo en respuesta a la demanda, que en la segunda década se desploma y de cuya caída no comenzará a recuperarse hasta las décadas finales del mismo.

En la zona de Serón y Bacares, en la Sierra de los Filabres, buena parte de las concesiones pasaron a concentrarse bajo el dominio de la compañía belga Mines et Chemin de Fer de Bacares- Almería et Extensions, por un lado, y por otro, bajo la titularidad de Segismundo Moret que las arrendó a una sociedad escocesa, The Bacares Iron Ore Mines Ltd. La actividad intensiva comenzó en 1909 y 1910 con una producción de 400 toneladas diarias para pasar a 1.000 t en 1912 y 1913. Al sobrevenir la I Guerra Mundial continuaron sus operaciones sólo tres compañías, The Bacares Iron Ore Mines Ltd., Mines et Chemin de Fer de Bacares-Almería et Extensions y la sociedad Cabarga- San Miguel, filial de la holandesa Müller.

La Sierra de Bédar fue una de las comarcas que más mineral produjo durante esta época, siendo explotada fundamentalmente por dos compañías que en el año 1920 se fusionaban; de un lado la Sociedad Chavarri y de otro, la Compagnie D'Aguilas. La producción de estos cotos llegó a alcanzar la cifra de 260.000 toneladas anuales con destino a la exportación. Por otro lado, en 1900 se constituyó en París la Société Minière D'Almagrera para la explotación de hierro en la Sierra y, en Herrerías, sobre las minas que habían sido del ingeniero belga Luis Siret, quien prosiguió al frente de la nueva sociedad, la cual acabó constituyéndose como la más importante de este sector del hierro en la Sierra Almagrera.

En la inmediata zona de Rodalquilar se continuaban los trabajos para el beneficio de los filones de plomo, exportándose los lingotes a Inglaterra, a la vez que se seguían extrayendo cuarzos auríferos con destino a las fundiciones de plomo de Mazarrón y Cartagena. Antes del comienzo de la I Guerra Mundial se abandonaron casi todos los trabajos, que durante esta etapa estuvieron a cargo de la sociedad inglesa Minas de Rodalquilar, reduciendo su actividad hasta paralizarla en los años de la Guerra Civil. Durante esta época de gestión inglesa se sometieron a tratamiento un total de 107.000 toneladas de mineral de las que se obtuvieron 1.125,5 kilogramos de oro (Estadística Minera). En 1914 se investigó en El Madroñal cortando un filón aurífero en la mina María Josefa, reavivándose el interés por esta zona, siendo el punto de partida para que, por primera vez, una empresa minera, denominada Minas Auríferas de Rodalquilar, se decidiera a invertir lo suficiente para construir una instalación metalúrgica basada en la tecnología de amalgamación. En 1925 se inaugura la instalación de María Josefa, propiedad de Juan López Soler pero debido a problemas técnicos no resueltos, el proyecto se malogró, suponiendo un grave revés económico.

A pesar de este fracaso, en el año 1929 otra empresa, Explotaciones y Minas Auríferas de Rodalquilar, impulsada por Antonio Abellán, volvería a intentar poner en marcha otra nueva instalación metalúrgica de amalgamación que se paraliza en 1930 debido a problemas técnicos y económicos. En 1928 se crea en Madrid la compañía Minas de Rodalquilar S.A. controlada por capital británico. A partir del año 1930 esta empresa planifica la producción y construye una instalación metalúrgica con la tecnología adecuada a las características geológicas del yacimiento. El periodo 1930-1936 será el de actividad de esta compañía en Rodalquilar y se interrumpirá definitivamente con el inicio de la Guerra Civil. La planta se basaba en el procedimiento de cianuración y estuvo operativa a partir de 1931, conociéndose como Planta Dorr.

En la provincia de Granada, durante la década de 1910 se beneficiaron diferentes criaderos de plomo ya explotados anteriormente, en esta ocasión debido a la existencia de molibdeno. Las minas en actividad se situaban en Albuñuelas y Saleres en las que el relavado de escombreras antiguas produjo concentrados de wulfenita, siendo realizados los trabajos mediante arrendamiento por la S.A. Electrometallurgique, de nacionalidad belga.

En las minas plomíferas situadas en términos de Guéjar-Sierra, Quéntar y Lapeza, en la vertiente septentrional de Sierra Nevada, se reconoció la presencia de wulfenita en 1908, iniciándose entonces el beneficio de molibdeno y vanadio en 1916. Casi toda la producción se obtenía de las minas arrendadas también por la S.A. Electrometallurgique que actuó especialmente antes de la Primera Guerra Mundial.

En la también granadina Sierra de Lújar, las minas de plomo situadas en términos de Órgiva y Vélez de Benaudalla continuaron su actividad. El ritmo de producción anual era cercano a las 6.000 toneladas de mineral vendible entre 1915 y 1923. En 1932 la extracción total del distrito descendía a 669 toneladas y en 1934 se paralizó la actividad minera (Estadística Minera).

La producción de plomo en la cuenca de Cartagena perdió relevancia frente a los productores de Sierra Morena una vez que éstos fueron conectados por ferrocarril con las minas de carbón de Bélmez. La mayoría de las minas importantes fueron pasando a manos de grandes sociedades extranjeras, una de las cuales fue Peñarroya. La crisis plomera de fin del siglo XIX, la concentración de la fase de fundición en manos de muy pocas sociedades y la poca asimilación de las técnicas modernas por las sociedades españolas favorecieron a unas pocas compañías extranjeras, especialmente Peñarroya, que hizo valer su potencial técnico y financiero para adquirir un monopolio de hecho sobre la minería del plomo en España a principios del XX (Escudero y Pérez de Perceval, 1994).

A principios del siglo XX la explotación de las minas de Alquife estuvo dividida en dos zonas. La parte del cerro y aledaños perteneció a The Alquife Mines and Railway Company Ltd. En 1905 la compañía escocesa Bairds Mining Co Ltd. compra concesiones en el sector de la llanura, al Norte y Este de las minas de Alquife y adquiere una importante proporción de los terrenos de la marquesa de Lombay, heredera del duque de Pastrana. En 1929 Bairds Mining cede sus explotaciones a la Compañía Andaluza de Minas. Ésta había sido constituida el 24 de mayo de 1929 por la asociación del Banco Urquijo con la francesa Societé Mokta el Hadid, principal compañía minera de Argelia, que más adelante se fusionaría con Peñarroya.

En el Valle de los Pedroches continuó el desarrollo especialmente en el campo filoniano de plomo de Villanueva del Duque y Alcaracejos. La mina más importante del distrito y una de las más famosas de esta época fue El Soldado, en Villanueva del Duque. Su explotación se inició en 1904 tras la constitución de la Compañía Minera de Villanueva del Duque con aportaciones de Peñarroya, de Escombreras Bleyberg y del duque del Infantado. Para el transporte del mineral se construyó un ferrocarril hasta la fundición de Peñarroya. En 1912, la Compañía Minera pasó a depender de Peñarroya.

En 1916 el grupo de El Soldado daba ocupación a un millar de personas. La producción total en sus años de vida, de 1906 a 1933, fue de 774.000 toneladas de concentrados comerciales repartidos en 662.000 de galena y 82.000 de esfalerita (Estadística Minera). Al cierre del grupo de El Soldado, en la concesión Luisa la profundidad del pozo maestro era de 520 metros, habiéndose alcanzado la de 650 m mediante contrapozo. Los criaderos de wolframio del Batolito de los Pedroches se descubrieron hacia 1902 en término de Montoro, poniéndose en explotación al año siguiente la mina Sorpresa. El ritmo de producción era de ocho a diez toneladas mensuales. En los cuatro años que estuvo en explotación esta mina rindió 484,35 toneladas de wolframita (con el 70% de ley industrial) y 213,15 de scheelita (con el 80,8%).

El criadero cuprífero cordobés de Cerro Muriano fue objeto de beneficio en los primeros años del siglo XX por parte de capital inglés; en 1906 se constituyó la sociedad The North Cerro Muriano Mining Copper para explotar unas minas cedidas por The Cerro Muriano Mines Ltd. y otras bajo su titularidad. En 1908 estas dos empresas se fusionaron bajo la denominación de The Córdoba Copper. La producción entre 1908 y 1919 fue de 815.431 toneladas de mineral, situándose las labores al final de este período en 550 metros de profundidad (Estadística Minera).

La actividad en el distrito de Posadas y Almodóvar del Río prosiguió a principios del siglo, siendo la mina Casiano de Prado la más notable, estando en actividad hasta 1910 cuando la profundidad de las labores se situaba en 550 metros. La producción total de esta mina entre 1888 y 1910 fue de 91.000 toneladas de las que 18.000 lo fueron de galena y el resto de esfalerita. En Almodóvar del Río, la mina Santa Leocadia en 1907 estaba cedida a Peñarroya; los grupos Tesoro y La Unión se trabajaron hacia 1912 y después hacia 1919. Los minerales de estos criaderos eran muy argentíferos, llegando a contener del orden de 2.500 gramos de plata por tonelada.

La expansión de Peñarroya iniciada en los últimos decenios del siglo anterior prosigue al inicio del siglo XX; así entre 1900 y 1903 adquiere una serie de minas de carbón productivas y otras que pudieran serlo por su proximidad a los grupos de El Terrible y Santa Elisa; de 1911 a 1914 adquiere otros grupos a compañías diversas y en gran medida a la Manchega-Bética-Vizcaína.

La operación más relevante fue la compra del patrimonio minero que la Compañía de los Ferrocarriles Andaluces poseía en la Cuenca del Guadiato, cuyas minas más notables eran Santa Elisa, en el término de Peñarroya, y Cabeza de Vaca, en el de Bélmez. En 1911 Peñarroya compraba las 18 minas distribuidas por los diferentes términos de la cuenca propiedad de Dolores Muguerza y Segunda Berasaluce y al año siguiente compraba las minas de Bedel Freres. La última operación consistió en la compra del patrimonio minero y de las instalaciones que poseía la Compañía de los Ferrocarriles de Madrid-Zaragoza-Alicante.

Respecto al establecimiento de Almadén, la producción de mercurio seguía vinculada a la comercialización a través de la casa Rothschild. El 23 de diciembre de 1916 el Ministerio de Hacienda decretaba la creación de un Consejo de Administración de las Minas de Almadén que comenzará a actuar con carácter de interinidad en 1918. El 12 de junio de 1921 se dio autonomía ilimitada al Consejo que se hizo cargo del establecimiento a partir del 31 de diciembre de 1921, fecha en la que expiraba el último acuerdo con los Rothschild firmado diez años antes (Martín Martín, 1981).

En el distrito de Linares-La Carolina, las grandes profundidades alcanzadas, especialmente en la zona de Linares, hacían cada vez más difícil y costosa la explotación; en cambio en la zona de La Carolina los filones ofrecían mejor porvenir. En 1907 en Linares se llega ya a 600 metros de profundidad en algunas minas y en las de La Carolina a 400 metros escasamente. En 1908 la minería del distrito sufre una crisis profunda agravada aún más por la bajada de los precios del plomo. El Establecimiento minero de Arrayanes, al iniciarse el siglo XX, permanecía arrendado a la Casa Figueroa hasta 1907 en que, rescindido el contrato por el arrendatario, volvió al Estado. A partir de este año la decadencia de la producción de este yacimiento comienza a ser un hecho irreversible aunque, a favor de la subida de precios del plomo, se produjo una ligera reactivación en 1912 en que la producción volvió a ascender. En 1920 se lleva a cabo un plan de desagüe que se completa en 1925, una vez integrado el Establecimiento en el Consejo de Almadén. En el periodo 1908-1922 la media anual obtenida fue de 2.500 toneladas. Entre 1923-1935 fue de 6.300 t, la mejor de la etapa del Consejo. El periodo de la Guerra Civil 1936-1939, durante el cual la mina estuvo incautada por los sindicatos, la media anual cayó a 1.500 toneladas (Estadística Minera).

La entrada de Peñarroya en este distrito se produjo en 1912 cuando absorbió a la Compagnie Françoise des Mines et Usines D'Escombreras Bleyberg, la cual tenía bajo su control el Coto La Luz en Linares. A la vez Peñarroya, mediante ampliación de capital, adquiría de la Société des Anciens et Ablissements Sopwith su participación en la Compañía Industrial Minera de Linares que había sido creada en 1907 por Sopwith y Peñarroya para la explotación de la mina El Correo en Bailén y la de La Tortilla y su fundición, en Linares (Gutiérrez Guzmán, 1999).

Otra de las minas importantes del distrito fue la de El Centenillo cuyo laboreo se había reiniciado en 1870. En los aproximadamente cien años de actividad hasta la fecha de su paralización en 1963, El Centenillo produjo del orden de 900.000 toneladas de plomo metal, además de 600.000 kg de plata. La producción global del distrito de Linares-La Carolina durante el primer tercio del siglo XX fue del orden de 1.350.000 toneladas de plomo metal.

Pozo Ancho pasó por empresarios locales hasta que llegó a manos de Peñarroya en 1917, que la explota hasta 1922 cuando es traspasada a la Sociedad Civil Particular Minera de Pozo Ancho. En 1931 el presidente de la compañía comunica oficialmente el cierre de la mina por agotamiento (Gutiérrez Guzmán, 1999).

En las minas de La Cruz a principios de siglo (1901-1909) las producciones son modestas, no pasando de las 1.200 t por año. En 1923 la explotación en el grupo se hacía ya con maquinaria eléctrica y perforación mecánica y se obtuvo la mejor producción de su historia, con una media de 5.300 t entre 1922 y 1924 y un máximo de 7.300 t en 1925. A partir de entonces, en profundidad, el filón perdió metalización y la mina se abandona en 1931 (Gutiérrez Guzmán, 1999).

En el distrito piritífero de Sevilla y Huelva, y durante este primer período del siglo XX, destacaron las producciones de las dos grandes compañías británicas explotadoras de los criaderos de Riotinto y de Tharsis y Calañas. En Riotinto se extrajeron en esos treinta y tres años del orden de 45 millones de toneladas de piritas, mientras que en Tharsis y La Zarza se extrajeron unos 15 millones, correspondiendo la mayor parte a La Zarza.

Sobre la mina La Sultana del término onubense de Cala, en 1903 volvieron a realizarse trabajos, produciendo hasta 1909 la cantidad de 2.987 toneladas de concentrado con el 21% de cobre y 5.500 toneladas de mixtos con el 2%. Durante el último período de actividad, de 1915 a 1920, se beneficiaron 5.739 toneladas de concentrados del 21% y unas 12.500 t de mixtos con el 2% (Estadística Minera).

Por su parte, las minas de plata de Guadalcanal en el año 1911 volvieron a tener un intento de desagüe mediante la instalación de un sistema de bombas eléctricas; se perforaron 100 metros de pozo alcanzándose la cota de 200 metros. En 1919 no había actividad minera.

La explotación de la cuenca carbonera de Villanueva del Río mantuvo un ritmo de producción del orden de las 200.000 toneladas anuales durante este primer tercio del siglo.

Durante la Primera Guerra Mundial el carbón asturiano vivió su época dorada, ya que la competencia del carbón inglés casi desapareció. En 1918 la producción fue de 3.400.000 toneladas. Al finalizar la guerra el carbón inglés volvió a la península y el asturiano lo acusó bajando en 1919 a 2.925.000 toneladas y en 1922 a 2.500.000 toneladas (Estadística Minera).

En la zona leonesa, la coyuntura bélica propiciará la creación de nuevas empresas como Antracitas de la Espina y Valdesamario en El Bierzo; la Sociedad Hullera del Esla en Valderrueda y, en el Norte; la Sociedad Hullera de Pola de Gordón; y ya en la década de 1920, Candelario Gaiztarro, y Diego Pérez Campanario en Fabero. También se crea en 1918 una sociedad clave en la zona, la Minero Siderúrgica de Ponferrada que construirá un ferrocarril minero de vía estrecha, el Ponferrada- Villablino, de 63 km, abierto en 1919, que posibilitará la explotación intensiva de carbón en el Bierzo, así como en la cuenca de Fabero-Matarrosa. Además, comprará el Coto Wagner, de mineral de hierro.

En 1912 se descubre en el pozo Salí de Súria la potasa en España. La Compagnie Bordelaise des Produits fue la primera empresa que gestionó la mina, realizando en 1913 varios sondeos. Un año más tarde las minas pasaron a manos de la compañía Solvay que, en 1918, abrió el primer pozo minero, el Pozo1, la fábrica y el ferrocarril (Genera y Ayarzagüena, 2018).

En 1920 se constituye la empresa Minas de Potasa de Súria, S.A., y en 1925 se comercializa por primera vez la potasa de Súria. En 1986 las minas pasaron a manos públicas integradas en el Instituto Nacional de Industria con el nombre de Suria K. Por su parte, en 1988 Potasas del Llobregat pasa a formar parte de Ercros fruto de la fusión de ERT y Cros, pero en el año 1990 los problemas de Ercros y el cierre de la mina de Cardona hacen que la compañía pase también al INI, que con ello reúne el total de las reservas de potasa de España creándose el Grupo Potasas.

Poco después se decide vender el Grupo al mejor postor y en 1998 la Israel Chemicals Limited (ICL) adquiere Grupo potasas y forma ICL Iberia Súria & Sallent (también conocida como Iberpotash) como titular, dependiente de su filial ICL Iberia. Iberpotash mantiene la explotación en la actualidad aunque en 2020 cierra definitivamente la producción de la mina de Vilafruns en el municipio de Sallent/Balsareny, manteniendo la mina de Súria.

Periodo Guerra Civil - Segunda Guerra Mundial

Tras el lapso impuesto por la Guerra Civil y durante la Segunda Guerra Mundial, algunos criaderos continuaron su explotación en los distritos de plomo de Linares-La Carolina y del Valle de los Pedroches y sus alrededores, así como la cuenca carbonera del Guadiato y la Faja Pirítica en Huelva.

En el distrito de Jaén en 1940 sólo estaban en marcha en Linares los grupos San Miguel, Arrayanes, Venus y Santa Margarita, explotado este último por la Compañía La Cruz; mientras que en La Carolina se encontraban activas las minas de El Centenillo, Virgen de Araceli (de la Compañía La Cruz), La Rosa (de Peñarroya) y el grupo de la Sociedad Los Guindos.

Las políticas autárquicas lograron que durante unos años la explotación de algunas de las minas de carbón volviera a ser viable. Un ejemplo fue La Transversal María Teresa, que revitalizó Vallcebre en Cataluña a partir de 1953. Sin embargo, a finales de los años 70 las explotaciones eran deficitarias. Situación similar ocurrió con Minera del Bajo Segre y Carboníferas del Ebro (Serós, Lérida), ambas clausuradas a finales de siglo.

Por su parte, la zona minera de Huelva y Riotinto sufre la tendencia nacionalizadora propiciada por la Ley de Minas de 1944 y su Reglamento de 1946 que en líneas generales limitaba la participación extranjera hasta un 49% en las compañías mineras. La nacionalización más importante fue la protagonizada por las minas de Riotinto, cuya primera operación se realizó en 1954. La compañía inglesa vendió el 33% de sus acciones a una serie de bancos españoles, los cuales crearon la Compañía Española de Minas de Riotinto, S.A.

Algunos años después también fue significativo el traspaso de la mina de Aznalcóllar a la Sociedad Andaluza de Piritas, S.A., formada por el Banco Central y capital bilbaíno.

La Segunda Guerra Mundial trajo consigo una cierta excitación de la actividad minera española sobre todo respecto a minerales estratégicos, cuyo máximo exponente fue el wolframio por su importancia en los aceros militares.

Por esta época se creaba el COMEIM (Consejo Ordenador de Minerales Estratégicos de Interés Militar) que llevó a cabo discretas actuaciones investigadoras como las que afectaron en especial a las posibilidades de cromo y níquel en la Serranía de Ronda, manganeso en Huelva y molibdeno y vanadio en la zona de Vélez de Benaudalla.

Entre 1942 y 1945 el precio del wolframio se multiplicaba casi cuatro veces cada año, por lo que los yacimientos españoles se explotaron en situaciones muchas veces precarias para poder suministrar el metal fundamentalmente a Alemania, aunque fueron las minas de Panasqueira en Portugal la fuente principal para abastecer su industria bélica.

En Castilla y León las producciones más importantes se dieron en la provincia de Salamanca, llegando a casi 500 t de WO3 en 1943. En esta misma provincia se encuentra la mina de Barruecopardo siendo la que mantuvo una mayor continuidad. Actualmente, se explota el yacimiento de los Santos en Fuenterroble. La explotación se inauguró el 16 de junio de 2008. Las reservas geológicas establecidas son de 2,5 millones de t con una ley de 0,58% WO3 (Siemcalsa, 1993, 2000 y 2011).

La explotación de Sn-W de La Parrilla en Almoharín (Cáceres), fue interrumpida en abril de 1987, después de un declive progresivo iniciado en 1985.

En el año 1941 se fundaba el Instituto Nacional de Industria, cuya primera creación fue la Empresa Nacional Adaro de Investigaciones Mineras, S.A. (Enadimsa), que desde sus comienzos fue la explotadora de las minas de oro de Rodalquilar en Almería, reemplazando al Instituto Geológico y Minero de España.

La empresa Minas de Almagrera, S.A. fue constituida a finales de la década de los 40 con el objetivo de realizar un nuevo intento de desagüe y explotación de los criaderos de plomo situados en la Sierra Almagrera pero no rindió los resultados esperados abandonándose este distrito para iniciar en la siguiente década el beneficio del mineral de plomo existente en las innumerables escombreras distribuidas por la Sierra de Gádor.

El Antropoceno

El último tramo de este paseo por la minería hispana corresponde al Antropoceno, una nueva época o serie cuaternaria cuyo inicio podría ser definido en 1945 de nuestra era, coincidiendo con los primeros ensayos nucleares y el registro sedimentario de sus isótopos radiactivos (Zalasiewicz et al., 2015) y extenderse hasta el presente (Silva et al., 2017).

En el año 1972 se inicia la andadura de esta publicación, que bajo la cabecera de Rocas y Minerales, ha dado puntual información sobre el devenir del sector español de la minería, así como de la Obra Pública y del movimiento de tierras durante estos últimos 50 años.

La política del franquismo reactivó muchas de las minas que habían quedado paralizadas en el primer tercio del siglo XX. Posteriormente, con la promulgación de la Constitución de 1978, el cambio de régimen permitió la entrada de España en instituciones como el Mercado Común Europeo. La asunción de las directrices productivas europeas unido a la ausencia del proteccionismo franquista motivó que muchas de las explotaciones mineras fueran inviables.

La decadencia de la minería de la hulla en Europa en la década de 1960 está en relación directa con dos factores coincidentes en el tiempo. El ascenso del petróleo como fuente energética, y la creciente competencia de los productores no europeos de carbón, Estados Unidos especialmente, con unos costes de producción mucho menores (Sudriá, 1994).

La explotación de la Cuenca del Guadiato al iniciarse la década de 1960, se encontraba en un período de profunda decadencia que obligó a Peñarroya a transferirla a la sociedad del INI, Empresa Nacional Carbonífera del Sur, constituida a tal efecto en 1961.

En 1968 la Société Minière et Métallurgique de Peñarroya pasa a constituirse como empresa española bajo la denominación de Sociedad Minera y Metalúrgica de Peñarroya-España, S.A., con sede social en Madrid.

Hasta los años sesenta la minería asturiana también vivió una buena época, pero a partir de esta década, la crisis comienza a hacerse patente. La solución fue la entrada del INI en el sector hullero, creándose el 9 de marzo de 1967 Hulleras del Norte Sociedad Anónima (Hunosa). En 1970 Hunosa tenía una producción de carbón que superaba el 80% del total regional. En 1980, ante la crisis del carbón, el Gobierno y Hunosa acuerdan reducir la minería en Asturias, lo que coincide también con las crisis del sector naval y siderúrgico. A finales del siglo y como consecuencia de los acuerdos con la Unión Europea, el sector se ha ido paralizando.

En la cuenca leonesa en la década de los 70 comienza la explotación a cielo abierto, de la que sería un buen ejemplo Hulleras del Coto Cortés, como forma de reducir los costes productivos. Un hecho clave que propició la producción del carbón leonés fue la creación en 1949 de la térmica de Compostilla por la Empresa Nacional de Electricidad, Endesa, cerca de Ponferrada, ya que situó el centro de consumo para menudos y finos en plena provincia.

La minería de hierro andaluza en este período también entró poco a poco en una profunda decadencia; así, la provincia de Almería vio reducida su producción a la procedente de las minas de Serón-Bacares en la Sierra de los Filabres y a otras pequeñas explotaciones en el Cerro del Almirez, en término de Laújar de Andarax, ambas a cargo de la Sociedad Cabarga-San Miguel, de capital holandés.

En Castilla y León la mayor producción de hierro provino de la provincia de León donde existen dos grandes zonas, la del Norte, no explotada por los problemas metalúrgicos que presentan sus minerales, situada en la zona de Caldas de Luna (al Norte de la Pola de Gordón) y la del Sur, en torno a Ponferrada y repartida entre el coto Wagner, al SE, y el coto Vivaldi, al NO.

El contenido en fósforo imposibilitaba su utilización industrial (antes de que Thomas inventara su método de desfosforación en 1878), lo que junto a estar situada a unos 300 km del puerto de Vigo, explican su tardía puesta en marcha industrial, que data de 1952 para el Coto Wagner, siendo la Minero Siderúrgica de Ponferrada la concesionaria; de 1955 para el Coto Vivaldi, cuya concesionaria era Coto Minero Vivaldi y Anexas S.A.; y de 1957 para Roldán S.A. en Santo Tomás de las Ollas. Los centros de consumo estaban en Avilés (Ensidesa) y Alemania. En 1975, la producción llegó a 1.117.000 t de mineral, dando empleo ambos cotos a 595 trabajadores (Estadística Minera). El cierre de las explotaciones, al cabo de poco más de veinte años de vida, sucedió en 1982. La producción total en el periodo 1952-1982 fue cercana a los 11 millones de toneladas.

Trabajos de aseguramiento de techos en interior de la mina de Aguas Teñidas. © Trafigura Beheer B.V., 2015Al comenzar la década de los años de 1960, en el distrito piritífero de Huelva y Sevilla, se encontraban activas las minas de las compañías de Riotinto y de Tharsis, así como las de Herrerías (de la S.A. Minas de Herrerías desde 1951); las de El Perrunal y Lomero-Poyatos (de la Société Françoise des Pyrites de Huelva); la de La Joya (de Hijos de Vázquez López, si bien en 1950 fue trabajada por Minecasa); San Telmo (bajo la titularidad de La Hispalense, de la casa Ibarra de Sevilla y arrendada al grupo bilbaíno San Telmo Ibérica Minera); Cueva de la Mora (a cargo de Copisa desde 1951, y después de Asturiana de Zinc); y la de Aznalcóllar (hasta 1952 explotada por Peñarroya y pasada en 1960 a Andaluza de Piritas, S.A.).

En conjunto se estima que la compañía Riotinto extrajo unas 1.250.000 toneladas de cobre metal y 110 millones de toneladas de piritas (60 millones a cielo abierto y 50 por labores subterráneas), siendo el récord de producción 2.247.815 toneladas en el año 1930. En el transcurso de estas operaciones se movilizaron 53.239.320 metros cúbicos de estériles (Pinedo, 1963).

En el año 1966, la Compañía Española de Minas de Riotinto, S.A., The Patiño Mining Corporation y Riotinto Zinc Investment Ltd., constituyeron la Sociedad Riotinto Patiño con el fin principal de construir en Huelva una fundición y refinería de cobre y explotar los minerales cupríferos de Cerro Colorado, cuyo desarrollo se produciría a partir de 1970. En el año 1970 la Compañía Española de Minas de Río Tinto S.A. se fusionó con la Unión Española de Explosivos, formándose el mayor holding industrial de España, Unión de Explosivos Río Tinto (E.R.T.).

Entre los años 1976 y 1981 se produjo una crisis que afectó intensamente a la industria del cobre, lo que provocó la desaparición de Río Tinto Patiño, S.A. y la reestructuración de Unión de Explosivos Río Tinto, S.A. Como resultado se formó Río Tinto Minera, S.A., que contó con la cooperación de la británica Rio Tinto-Zinc Co.

Durante 1987, el grupo Kuwait Investment Office efectuó grandes inversiones como la adquisición de participaciones en Unión de Explosivos de Río Tinto, S.A. y en Cros, S.A. En 1989 el grupo kuwaití forzó la fusión de ambas empresas, lo que dio lugar a la formación de Ercros.

La situación cambió de nuevo a raíz de la suspensión de pagos de Ercros en el verano de 1992. Ercros decidió vender en 1993 el 65% del capital de Río Tinto a la multinacional norteamericana Freeport-McMoran Copper & Gold Inc., que explotó las minas hasta 1995, fecha en la que esta empresa cedió las minas a los trabajadores, quedándose Freeport-McMoran con la Fundición de Cobre de Huelva. En julio de 1996 la firma decidió operar en España bajo la denominación de Atlantic Copper, convirtiéndose en la primera fundición de Europa en producción de cobre y una de las mayores del mundo. El cierre de las explotaciones mineras tuvo lugar en 2001.

Emed Tartessus, aprovechando el alto precio del cobre, adquirió la propiedad de la antigua mina de Riotinto en octubre de 2008. La zona a explotar es Cerro Colorado junto con las antiguas cortas de Filón Sur, Filón Norte, Salomón y Quebrantahuesos. El Proyecto Riotinto considera una operación minera a cielo abierto para la extracción de 600.000 toneladas de cobre en un periodo de 14 años.

Respecto a la minería de Tharsis, la última etapa corresponde a la minería del azufre y los metales preciosos y abarca casi todo el siglo XX, desde 1905 hasta su abandono en 2001. La compañía The Tharsis Sulphur & Copper sufre varias ventas y compras, desapareciendo como tal en los años 1980, siendo sustituida sucesivamente por The Tharsis Sulphur Limited; Compañía de Cobre y Azufre S.A.; Compañía Española de Minas de Tharsis y finalmente, ya en manos de los trabajadores, Nueva Tharsis S.A.L.

En Aznalcóllar, la compañía inglesa The Seville Sulphur and Copper Co. Ltd., cesó su actividad en la década de los años 50. Con la Ley de Minas de 1944, la empresa propietaria tuvo que traspasar sus derechos a la Sociedad Andaluza de Piritas S.A., que ya en 1960 disponía de los derechos de explotación. Apirsa comenzó explotando por un tiempo las masas Cuchichón y Santiago, a un ritmo de 100.000 t/año hasta 1970. Posteriormente, en 1975, se inició la excavación de una gran corta que hizo desaparecer la casi totalidad de las labores antiguas. Esta corta fue explotada hasta junio de 1996, cuando se dio por agotada. Paralelamente se había iniciado la explotación de la mineralización de Los Frailes, a partir de 1995, en otra gran corta situada a menos de 2 km de la corta principal.

En 1988, el yacimiento fue adquirido por la empresa sueca Boliden, formándose la compañía Boliden Apirsa, S.L., que sería responsable de la explotación hasta finales de 2000, cuando presentó una suspensión de pagos después del accidente de 1998 que causó el vertido de cerca de 5 millones de toneladas de residuos mineros al cauce del río Guadiamar.

En Aguas Teñidas, entre 1916 y 1934 la compañía The Huelva Copper & Sulphur Mines Limited arrendó las concesiones y extrajo mineral cobrizo que era tratado en la fundición de cobre de Cueva de la Mora, hasta la bajada de las cotizaciones del Cu. En esta última etapa Pinedo Vara señala la existencia de los minerales más ricos en Cu. Según la estimación de Pinedo Vara (1963), hasta entonces se habían producido unas 900.000 t de mineral, con una media del 2% de Cu. En 1980 renace el interés realizándose una exploración geofísica detallada que llevó a la identificación de una importante anomalía a 2 km al E del antiguo yacimiento. En 1997, se construye la primera rampa de acceso para la extracción del mineral que se procesaría en la planta de tratamiento de Almagrera en Calañas. Tras 3 años de producción, en el año 2001, la mina cierra como consecuencia de la baja cotización de los metales.

Con los precios de los metales recuperándose, en el año 2005 la compañía Iberian Minerals Corporation, propiedad de Trafigura Beeher, B.V., compra el 100% de los derechos mineros y presenta el proyecto cuyo operador será Minas de Aguas Teñidas S.A. (Matsa) en 2006. En 2009, se inicia la producción. La planta tenía capacidad para procesar 1,7 millones de toneladas de mineral al año, pero que en 2013 se había ampliado hasta llegar a las 4,6 millones de toneladas por año, necesidad esta surgida por la próxima puesta en marcha en 2014 del proyecto de mina Sotiel.

Por su parte, tras un largo periodo de inactividad, Sotiel volvió a ser explotado en época contemporánea, desde 1866 a 1939, entrando posteriormente a formar parte de la Reserva del Estado y siendo desde los años 1950 investigada por el INI, concatenando varios procesos que culminaron en un proyecto de nueva explotación y en la construcción de una planta mineralúrgica de flotación diferencial. Se explotó con intermitencias, por minería de interior, entre 1924 y 1961. La explotación subterránea llegó a los 140 m de profundidad y se hizo en 6 plantas de extracción. Fue investigada, posteriormente a su cierre, por Río Tinto Minera y por Enadimsa en los años sesenta.

A mediados de los años 1970 la E.N. Minas de Almagrera, S.A. retoma el yacimiento. La producción comenzó en 1983 y hacia 1984 las fases iniciales del proyecto fueron completadas.

En 1989 se tiene constancia de la existencia de una nueva masa mineral que pasa a denominarse Migollas. La mineralización de Migollas se comienza a explotar en 1993 mediante minería de interior con acceso por una rampa. El mineral era transportado interiormente hasta la infraestructura existente en la Mina Sotiel y los minerales eran tratados en la misma planta que los de Sotiel. La explotación fue clausurada por Almagrera en 2001 como consecuencia de la bajada de los precios de los metales, permaneciendo inactiva hasta 2014 cuando es incorporada al proyecto de Matsa.

Cobre Las Cruces es el yacimiento más reciente de la Faja Pirítica. En 1990 Riomin Exploraciones S.A. (que actualmente se llama Cobre Las Cruces S.A.), subsidiaria de Río Tinto Zinc, del grupo Riotinto Momera, solicita derechos mineros para explotar la zona y estos le son otorgados en 1992.

En agosto de 2005 Inmet Mining Corporation adquiere el 70% de las acciones a MK Resources y se convierte en titular de la mina. Desde junio de 2010 la empresa pertenecía completamente a Inmet Mining Corporation, hasta que en marzo de 2013 la multinacional canadiense First Quantum Minerals Ltd. se hizo con el 85% de las acciones de Inmet Mining, que pasarían al 100% posteriormente.

La explotación de Las Cruces se realiza a cielo abierto en una corta cuyo hueco final tendrá 1.600 m de longitud y 900 m de diámetro, con una profundidad de 250 m.

La producción de cobre refinado se inició en junio de 2009, con un total de 250.000 toneladas de cátodos de la máxima calidad, 99,999%, producidos hasta 2014. En la actualidad la producción anual oscila entre 69.000 y 72.000 toneladas.

A mediados del siglo XX, se produjo una nueva y definitiva caída en la demanda de plomo en el mercado internacional al reducirse sus aplicaciones, lo que produce el paulatino cierre de las minas en Linares, siendo el pozo de El Cobre, del Grupo de la Cruz, el último en cerrar en 1991.

En la reserva de Arrayanes, en el periodo de 1940 a 1962, la decadencia del yacimiento era patente y la producción descendió a las 2.300 t año y finalmente, en una larga agonía desde 1963 a 1971, año de su cierre, la media fue de 386 t por año.

En 1947 la Compañía La Cruz arrendó las concesiones de Los Cuatro Amigos que presentaban una profundidad de 150 m. A partir de entonces, El Cobre y la empresa y fundición La Cruz se mantendrían unidos. El filón El Cobre acabó siendo unido a Matacabras en 1960 desde la planta 4 del pozo número 1 de El Cobre. Durante los años 1984 a 1988 se produjeron más 16.000 toneladas de media anual, y en los dos años siguientes, la media fue de 14.000 toneladas. El bajo precio del metal a finales del siglo XX hizo, que a pesar de la riqueza de la mina, su explotación se abandonase en mayo de 1991 (Gutiérrez Guzmán, 1999).

En la década de 1970 comienza la crisis del mercurio, el precio baja de 570 $ por frasco en 1965 a 121 $ en 1976. El efecto inmediato es la mecanización de la mina para reducir mano de obra. Los pozos más profundos de la mina son San Joaquín con 675 m y San Teodoro o Pozo Maestro, que fue el principal de la mina hasta 1975, con unos 500 m.

Tras la crisis, el comercio del metal ha seguido una evolución favorable y la empresa Minas de Almadén y Arrayanes aplicó a partir de 1980 un plan de reconversión y diversificación de sus actividades.

En la actualidad, una vez abandonadas en 2002 las explotaciones, parte de la mina antigua se ha convertido en visitable, formando parte del Parque Minero de Almadén que fue inaugurado el 16 de enero de 2008. La corta a cielo abierto del Entredicho y las demás explotaciones han sido destruidas e integradas en el paisaje. Los Hornos Bustamante (S. XVII) ya habían sido restaurados y declarados Bien de Interés Cultural en 1992, al igual que la Puerta de Carlos IV del Cerco de San Teodoro. El conjunto de la mina de Almadén y varias de sus instalaciones fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad el 30 de junio de 2012, bajo la inscripción Patrimonio del mercurio (abarcando Almadén e Idria, en Eslovenia, antigua Yugoslavia).

En 1953 se nacionalizan las minas de Alquife The Alquife Mines and Railway se convierte en filial de Altos Hornos de Vizcaya. La producción sigue una tendencia creciente y en 1960 Granada casi alcanza el millón de toneladas de mineral anual. En 1965, por primera vez, la producción de Granada supera a la Vizcaya. La Compañía Andaluza de Minas decide cambiar la explotación a una corta a cielo abierto. En 1967 se alcanza por vez primera la cota de un millón de toneladas de mineral y toda la producción procede de La Corta, de modo que en 1971 se superan los 2 millones de toneladas, en 1974 casi se rozan los 3 millones y en 1979 la producción se sitúa en los 3,5 millones de toneladas. En 1984 todas las explotaciones mineras de Alquife fueron finalmente adquiridas por la Compañía Andaluza de Minas y se formó el actual coto minero. En 1996 se produjo el cierre de la mina. Durante esta última treintena de años en activo fue el principal centro productor de mineral de hierro de España.

En 2010 el coto minero fue declarado Bien de Interés Cultural. En 2020, después de décadas inactiva, se ha iniciado la reapertura de la explotación minera, exportando el mineral por el puerto de Málaga.

Después de la Guerra Civil, en 1940, todas las minas de la zona de Rodalquilar fueron nacionalizadas y entregadas al IGME. En el año 1943 el INI, a través de su filial Enadimsa, sustituye al IGME y se ponen de nuevo en funcionamiento las minas y la planta metalúrgica Dorr. Tras la llegada de Enadimsa se producirá un nuevo aumento de la producción de mineral aurífero. En este periodo se redescubre el Filón 340 en diciembre de 1963. De unas 12.000 toneladas de mineral tratado se obtendrían más de 1.000 kg de oro. Este filón, que se localiza a unos dos kilómetros al Oeste de la Planta Denver, se dio por agotado en 1966. La producción de estas minas entre 1943 y 1966 fue de 4.621 kg de oro metal.

Otro de los cambios fundamentales introducidos por Enadimsa fue la sustitución de la planta Dorr, de Minas de Rodalquilar S.A., por una nueva instalación que se inaugura en el año 1956, la planta de cianuración Denver, de unas características técnicas muy similares pero con una capacidad 10 veces superior. Entre los años 1943 y 1955 la planta Dorr había procesado 230.000 toneladas de mineral y obtenidos 1.500 kg de oro (Estadística Minera).

En la etapa 1956-1966 se alcanza un volumen de producción anual de unas 200.000 toneladas de mineral aurífero, es decir, diez veces más que en el periodo 1930-1936 y cien veces más que en el periodo 1900-1930. El tamaño del yacimiento no resistirá tal presión productiva y quedará agotado en solo 10 años. La actividad cesó en 1966 como consecuencia de las escasas leyes auríferas.

La explotación en las minas de Cala, Huelva, estaba en 1900 en manos de la bilbaína Sociedad Anónima Minas de Cala que la mantuvo en explotación hasta que en los años sesenta fue adquirida por la Compañía Minera del Andévalo, S.A. que la explotó durante dos décadas, cesando su actividad en 1982 y pasando la mina a manos del Estado.

Desde 1983 Presur S.A. (Prerreducidos Integrados del Suroeste de España, empresa filial de la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales, SEPI, del Grupo INI), ha mantenido su actividad hasta el siglo XXI. La finalización de actividad se produjo de manera progresiva entre 2002 y finales del año 2009. La mina de Cala cerró definitivamente en 2010, aunque Presur tiene prevista continuidad hasta 2025, ya que hasta entonces debe hacerse cargo de sus activos.

Los depósitos de sepiolita de Vallecas y Vicálvaro, al pie del Cerro Almodóvar en Madrid, constituyen la mayor reserva conocida de sepiolita en el mundo. Las primeras explotaciones por galería se localizaban en el mismo Cerro, aprovechando unos niveles sepiolíticos intercalados en las arenas finas y limos. La explotación industrial del yacimiento a cargo de Tolsa comienza en 1976 y continúa hasta la actualidad en su Mina Victoria, en Vicálvaro.

La Segunda Guerra Mundial aumentó la importancia del uranio como material de interés militar y las autoridades del periodo franquista comenzaron a valorar su alto potencial estratégico. Mediante un Decreto reservado del 6 de septiembre de 1948 se creó la Junta de Investigaciones Atómicas (JIA), dependiendo de la Presidencia del Gobierno. Para mantener el secreto, la JIA se denominó sociedad anónima comercial privada de Estudios y Patentes de Aleaciones Especiales (EPALE). En 1951, en un clima de menor secretismo internacional, se fundó por Decreto-ley la Junta de Energía Nuclear (JEN), sucesora de la JIAEPALE (Sánchez y López, 2020).

Los minerales de uranio han sido explotados en Extremadura, existiendo explotaciones a cielo abierto en La Haba, cerca de Don Benito (Badajoz) que estuvieron en explotación entre los años 1966 a 1990, siendo restauradas hasta 2004. Durante los años de operación de la planta de procesado se produjeron un total de 190,8 t de concentrados de uranio con una ley de 86,22% en U3O8.

En Salamanca se creaba el centro Minero de Saelices el Chico (Ciudad Rodrigo), producto de las intensas prospecciones realizadas en toda España en el período 1950-1970. En 1975 se montó la planta de concentrados Elefante y en 1993 la Quercus. La fábrica de combustible nuclear de Juzbado comenzó a operar en 1985. Las actividades de explotación en las minas de uranio de Saelices el Chico finalizaron en el año 2000. En el año 2003 concluyó el desmantelamiento de la Planta Elefante y de sus eras de lixiviación, acabando el proceso de restauración en 2009.


Agradecimientos y dedicatoria

El autor desea expresar su gratitud a las siguientes personas.

A José Manuel Gordillo Piñán, por poner a disposición su biblioteca y su archivo fotográfico personal relacionado con yacimientos españoles.

A Primitivo Fajardo, que además de facilitar sus magníficas fotografías de Las Médulas, ha aportado buenos consejos y saber hacer.

A Pedro Díaz del Río Español por permitirnos la reproducción de fotografías del Proyecto Casa Montero, CSIC.

A María Ángeles Bustillo y Manuel Bustillo por su siempre buena disposición y el material fotográfico facilitado desinteresadamente.

A Gonzalo García García por su amabilidad al facilitar el material fotográfico disponible sobre Mina Victoria, Tolsa.

A Manuel Martínez Pelayo (CRS Ingeniería) por la fotografía de Barruecopardo.

A Luis Fueyo Casado y la editorial Fueyo Editores por las facilidades ofrecidas para la elaboración de este texto, incluyendo el acceso a su archivo editorial, así como por su paciencia y orientación.

Este artículo está dedicado desde el respeto y la profunda admiración a don Laureano Fueyo Cuesta, sabio fundador y primer motor de esta Editorial

Referencias y bibliografía

Las referencias citadas y fuentes utilizadas para la elaboración de este texto se pueden consultar a continuación:

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Zazo, C.; Goy, J.L.; Dabrio, C.J.; González-Delgado, J.; Bardají, T.; Hillaire-Marcel, C.; Cabero, A.; Ghaleb, B.; Borja, F.; Silva, P.G.; Roquero, E.; Soler, V. (2013). “Retracing the Quaternary history of sea level on Spanish Mediterranean–Atlantic coasts: a geomorphological and sedimentological approach”. Geomorphology, 196. 36 - 49. https://doi.org/10.1016/j.geomorph.2012.10.020

 

Información de Fueyo Editores

IMÁGENES

- Mina de Arrayanes, en el distrito de Linares (Jaén), imagen datada en la década de 1910. Fuente: Junta de Andalucía.

- Trabajos de aseguramiento de techos en interior de la mina de Aguas Teñidas. © Trafigura Beheer B.V., 2015

 

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